viernes, 30 de octubre de 2015
Pedagogía
8:02
LA PEDAGOGÍA
SALESIANA DE DON BOSCO
Nuestra pedagogía está fundamentada en tres pilares
fundamentales:
Religión: porque
se trata de una caridad que nace de la fe. En la Carta de Roma, Don Bosco tiene
claro que en gran medida los problemas de conciencia de los jóvenes le impiden
ser buenos. Por eso recomienda la confesión frecuente y la Eucaristía.
Periódicamente les ofrece a los jóvenes retiros y ejercicios espirituales que
en la concepción de la época se llamaban “de la buena muerte” y que consistían
en prepararse de tal manera como si el joven terminara su vida en ese mismo
instante. Sin la fe es imposible entender el estilo educativo de Don Bosco.
Razón: porque el
amor de Don Bosco está exento de todo sentimentalismo. La amabilidad de Don
Bosco, su amor, profundo y sincero huye de toda artificialidad. Don Bosco nos
pide un amor equilibrado, abierto, racional. En Don Bosco todo queda claro. La
familiaridad y confianza exige el por qué y las razones de toda recomendación a
los jóvenes.
Amor: porque es
importante que los jóvenes descubran que son amados. Dice y subraya Don Bosco,
no es suficiente con amarlos. En la cruz del Buen pastor que se nos entrega a
los Salesianos cuando hacemos la profesión perpetua, está escrito en italiano
“Studia di farte amare” Procura hacerte querer. Cada chico de Don Bosco pensaba
que él les quería más que a nadie. Así amaba Don Bosco, sin particularismos.
Todos se sentían cercanos y queridos.
Ese amor genera confianza, los jóvenes abren el corazón y la educación se hace
posible.
Don Bosco era un soñador, pero un soñador con los pies en la
tierra. Sus sueños estaban bien atados a la realidad. ¿Cómo podemos volver a
aquella frescura original del oratorio? Pues está claro, con la caridad, que es
el nombre cristiano del amor.
La Casa de Don Bosco
debe ser como una gran familia. Su estilo de familia no es patriarcal, donde el
padre es jefe indiscutible. Es un estilo de familia popular y sencilla, llenos
de buenas relaciones.
El lugar privilegiado de educación para Don Bosco lo va a
constituir el patio. La alegría encuentra en este escenario la forma más
sincera de expresarse. El patio se convierte en lugar de encuentro. Se educa
divirtiéndose y se divierten educándose.
La pasión por los
jóvenes, que da sentido a cuanto hace, la unión con Dios perfectamente unida a
la anterior. Para Don Bosco sólo hay una forma de encontrarse con Dios y una
única forma de encontrarse con los jóvenes. Pues bien, fruto de este binomio
surge todo un modo de educar original y distinto. Es la pedagogía de la bondad,
donde el amor tiene la primera y última palabra porque Dios es Amor y amar es
portar y ofrecer a Dios.
La Pedagogía de Don
Bosco en sus inicios buscó brindar mejores posibilidades de vida a unos jóvenes
que vivían en un ambiente que les era bastante hostil sin embargo, su proyecto
fue de tan alto alcance que hasta nuestros días sigue teniendo vigencia y es
que su sistema de enseñanza busca superar las problemáticas sociales de
injusticia y exclusión para desarrollar las potencialidades de los jóvenes y
hacer de éstos seres productivos para sí mismos y para la sociedad.
Lo esencial en el
sistema pedagógico de Don Bosco es lograr que la acogida y el amor sean el
gancho para que los jóvenes se queden, por lo que, mediante un ambiente de
familia, de unidad, les inculca la
necesidad de formarse y encontrarse con Dios, no por obligación sino por
convicción a fin de crecer en su vida humana y cristiana partiendo de cuanto
positivo hay en el individuo, fusionando el desarrollo humano con el
crecimiento evangélico y la vivencia de lo cristiano, razón por la que la
educación salesiana es pedagógica, espiritual y pastoral, fusionando esto en un
Sistema Preventivo que apunta a la integralidad del sujeto.
Sistema Preventivo
7:50
En la obra y vida
de san Juan Bosco se encuentran muchas orientaciones y consejos educativos de
gran actualidad psicológica y educativa para una consideración de la educación
cristiana (en la familia) que atienda las aspiraciones y las necesidades y
circunstancias propias de la infancia y de la primera juventud.
Propone muchas
indicaciones que siguen manteniendo una vigencia extraordinaria, incluso cuando
se tiene en cuenta la época en la que fueron propuestas a los jóvenes y
educadores de su tiempo. Más allá de la atención a cuestiones de la formación e
instrucción de los niños y jóvenes y de su crecimiento psicomoral, las
enseñanzas de san Juan Bosco en materia educativa persiguen un fin declarado:
el de desplegar un programa de santidad juvenil. Para san Juan Bosco –y en ello
parecía seguirle de modo muy especial Juan Pablo II–, «el Señor ama de un modo
muy especial a los jóvenes»(1). De ese especialísimo amor por la juventud del
que san Juan Bosco vivamente participaba nacen una serie de consideraciones y
advertencias que, también por su profundidad y acierto psicológicos, se hacen
también especialmente prácticos en el ámbito educativo de la familia.
En su obra El joven
cristiano san Juan Bosco parte del convencimiento de que «la salvación del
cristiano depende ordinariamente de los años de juventud». Por esta razón, el
máximo empeño y atención educativos de padres, educadores y maestros deben
concentrarse en esta primera época de la vida, en la que niños y jóvenes están
«aún a tiempo de hacer muchas obras buenas». Pero es en las mismas condiciones
de la infancia y de la juventud en las que el santo descubre las dos mayores
circunstancias de carácter más psicológico que el demonio suele aprovechar para
alejar a los jóvenes de la virtud. La primera, la tentación de hacer creer a
niños y jóvenes que la vida cristiana, la vida de santidad, sea una vida
melancólica y privada de toda diversión y placer(4). Por eso, según san Juan
Bosco, el primer lazo que suele tender el demonio a niños y jóvenes consiste en
ponerles «delante de los ojos la imposibilidad de mantenerse en el difícil
camino de la virtud» por la falta de placeres y de diversión. Y la segunda, la
de que niños y jóvenes tienden por naturaleza a considerar que gozarán de una
larga vida y que, por lo mismo, en el futuro siempre dispondrán de
oportunidades para rectificar los errores cometidos en la actualidad. Pero a
esa tendencia el santo la llama «falsa esperanza de larga vida» que, si bien es
natural y un signo de la vitalidad propia de la juventud, no por ello deja de
ser aprovechada por el enemigo del alma (y en nuestros días más que nunca
fomentada por la superficialidad de la vida mundana) para tentar al joven con
la falsa esperanza de poder posponer indefinidamente el ejercicio de las buenas
obras.
San Juan Bosco, sin
olvidar nunca que la educación de la juventud es un arte difícil, presenta un
método de vida alegre y fácil, pero suficiente para que los niños y los jóvenes
puedan llegar a ser el consuelo de sus padres, el honor de la patria, buenos
ciudadanos en la tierra y, después, moradores felices del cielo.
Para san Juan Bosco
ese difícil arte de educar se centra, por una parte, en la promoción y el
fomento de una serie de acciones y actitudes que un joven necesita para
alcanzar la virtud:
1- Conocimiento de
Dios
2- La obediencia a
sus padres y educadores
3- El respeto a los
lugares sagrados y a los ministros del Señor
4- La lectura
espiritual y la Palabra de Dios
5- La devoción a
María Santísima
Por otra parte,
según san Juan Bosco, en el evitar y huir de una serie de circunstancias y
situaciones:
1- El ocio
2- Las malas
compañías
3- Las malas
conversaciones
4- El escándalo
La promoción y
fomento de estas acciones y actitudes tiene, originalmente, su lugar natural y
principalísimo en la familia, «Iglesia doméstica», porque el amor de los padres
dispone y habilita el corazón del hijo para la recepción del bien y de las
verdades que los padres le comunican. Para san Juan Bosco la educación se
expresa con aquel lenguaje del amor que va conquistando el corazón del
discípulo y ejerciendo sobre él gran influencia, permitiendo al niño, al
educando, aquel conocimiento experimental simple y vital por el cual el niño se
nutre de quien le dice las cosas y de quien se las muestra. Se trata de un
conocimiento que comporta una unión intencional del niño muy especialmente con
sus padres, pero también con los educadores buenos por la que, además, queda
vinculado a aquel que le dice qué y cómo son las cosas y que, por naturaleza,
tiene su lugar propio de adquisición: la familia fundada en el matrimonio
indisoluble entre un hombre y una mujer.
Para conocer acerca del Sistema Preventivo de Don Bosco no basta con una sola publicación en nuestro blog, por ésta razón iremos desarrollando el tema como venimos haciéndolo con otros aspectos como la Espiritualidad y la Pedagogía.
Empecemos por decir que el Sistema Preventivo es una propuesta que tuvo sus raíces en San Francisco de Sales y Felipe Neri, proponiendo educar no desde una metodología represiva sino de acogida, respondiendo a las necesidades de los jóvenes. Don Bosco lo adaptó al ponerlo en práctica con una población sometida a crudas realidades, donde la explotación, los malos tratos, la delincuencia, las pandillas, etc, era lo que circundaba a los jóvenes y fue a ellos a los que él acogió y con los que decidió implementar una propuesta basada en el reconocimiento, donde éstos jóvenes se sintieran amados, acogidos, respaldados y logrando que éstos se dejaran llevar no por la imposición, sino por convicción.
Don Bosco reconocía las habilidades de sus muchachos y se valía de ellas para lograr acercamiento, no era restrictivo, al contrario, los dejaba ser ellos mismos pero brindándoles conciencia del pecado e invitándolos a no cometerlo, no por temor al castigo divino, sino por amor a “ESE” que los amó primero, por eso su intervención era siempre formativa y constructiva, citando a Felipe Neri: "Haced lo que queráis, a mí me basta que no cometáis pecado"
La síntesis pedagógica del sistema de Don Bosco se da en tres palabras claves: Razón, Religión, Amor. La primera para educar desde lo sencillo en el buen uso de la libertad dando bases para discernir lo conveniente de aquello que no lo es. La segunda para alcanzar la salvación mediante la Palabra de Dios, la vida sacramental, la oración, pero nada de esto impuesto, todo lo contrario, en palabras textuales: "No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos; pero sí se les debe animar y darles comodidad para aprovecharse de ellos". La tercera, entendida por algunos como amor o amabilidad, también llamada “amorevolezza”, habla del amor incondicional por la persona, independiente de sus acciones. Es amor que acoge y dignifica aun cuando deban aplicarse correctivos. Don Bosco decía: “Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor.
Por consiguiente, excluye todo castigo violento y procura alejar aún los suaves”, por lo cual siempre acudía al diálogo y la reflexión, a “la palabrita al oído”.
¿Qué opinas de la propuesta de Don Bosco hasta ahora? Nos falta mucho más por decir pero estaremos complementando en próximas entregas.
miércoles, 7 de octubre de 2015
Espiritualidad
20:40
LA DEVOCIÓN A MARÍA AUXILIADORA
Don Bosco fue el gran impulsor de
la devoción y el cariño a María Auxiliadora. Él no comenzó a utilizar el título
de “Auxiliadora” hasta que ya habían pasado algunos años de su trabajo. Al
principio, prefería llamar a la Virgen como “Inmaculada”.
Un acontecimiento fundamental fue la
construcción de la Basílica de María Auxiliadora, en Turín. El 9 de junio de
1868 se consagró la Basílica. La historia de este templo es una sucesión de
favores de la Virgen María. Don Bosco empezó la obra del templo con tres
monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María
Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años
estuvo terminada la basílica. El santo solía repetir: “Cada ladrillo de este
templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.
Desde aquel santuario empezó a extenderse por
el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son
tantos los favores que la Virgen concede a quienes la invocan con ese título,
que esta devoción ha llegado a ser una de las más populares. San Juan Bosco
decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”,
y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María Auxiliadora,
rogad por nosotros”.
Para el salesiano, la devoción a María
Auxiliadora constituye uno de los rasgos distintivos de su espiritualidad, tal
como acreditan las propias Constituciones Salesianas:
Para contribuir a la salvación de la juventud
-la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana-, el Espíritu Santo
suscitó, con la intervención materna de María, a San Juan Bosco.
(Constituciones Salesianas, 1)
La Virgen María indicó a Don Bosco su campo de
acción entre los jóvenes, y lo guió y sostuvo constantemente, sobre todo en la
fundación de nuestra Sociedad. Creemos que María está presente entre nosotros y
continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos. Nos
confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor hizo obras grandes para
ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo. (Const. 8)
Don Bosco confió nuestra Sociedad, de modo
especial, a María a quien declaró patrona principal (Const. 9)
Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la
persona del Señor resucitado, de modo que, descubriendo en Él y en su Evangelio
el sentido supremo de su propia existencia. La Virgen María es una presencia
materna en este camino. La hacemos conocer y amar como a la Mujer que creyó y
que auxilia e infunde esperanza. (Const. 34)
María, Madre de Dios, ocupa un puesto singular
en la historia de la salvación. Es modelo de oración y de caridad pastoral,
maestra de sabiduría y guía de nuestra Familia. Contemplamos e imitamos su fe,
la solicitud por los necesitados, la fidelidad en la hora de la cruz y el gozo
por las maravillas realizadas por el Padre. María Inmaculada y Auxiliadora nos
educa para la donación plena al Señor y nos alienta en el servicio a los
hermanos. Le profesamos una devoción filial y fuerte. (Const. 92)
Con la ayuda de María, madre y maestra, el
salesiano se esfuerza por llegar a ser educador pastor de los jóvenes en la
forma laical o sacerdotal que le es propia. (Const. 98)
La espiritualidad salesiana ha sido sintetizada en algunas fórmulas breves como las que usaba Don Bosco para los muchachos. Es una costumbre de familia: simplificar, unir, ayudar a recordar. La síntesis mística está resumida en el lema: Da mihi animas. La pedagógica de nuestra espiritualidad es: razón, religión y amorevolezza (amabilidad). Se refiere no sólo a la relación con los jóvenes, sino a la forma de formarse del educador apóstol. La fórmula devocional es Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Papa.
¿Cuál es el programa práctico,
que se debe vivir todos los días y a largo plazo? Trabajo, oración, templanza.
Las tres palabras, populares, casi proletarias, corresponden a las tres
dimensiones que el documento Vita Consecrata indica como indispensables en toda
espiritualidad: la contemplativa, la apostólica, la ascética.
La contemplación no coincide con
el estudio de las cosas sagradas, si bien sacará ventajas de él. Quiere decir
que incluye la oración, pero va más allá: la contemplación, lo que entre nosotros
tradicionalmente se llamaba unión con Dios, sentido y alegría de su presencia,
relación filial con Él. Don Bosco y María Mazzarello copiaron a Jesús Pastor
esta modalidad. Descubrieron el carácter de oración que tiene la acción
apostólica y caritativa, cuando se hace según la voluntad y en la presencia de
Dios. Esto, por otra parte, era ya conocido por los místicos.
Hay, pues, en Don Bosco una
fusión natural y serena entre acción y oración. La vida no se divide entre la
una y la otra: “La diferencia específica de la piedad salesiana consiste en
saber hacer del trabajo oración… Ésta es una de las características más bellas
de Don Bosco”. El salesiano debería llegar a ser “un orante” como todo
religioso. Pero debe hacerlo “sumergido en el mundo y en las preocupaciones de
la vida pastoral”, “en una laboriosidad
incansable santificada por la oración y la unión con Dios”.
El trabajo: la caridad pastoral.
Éste es un aspecto más asimilado y más percibido por los demás. La importancia
que tiene en nuestra vida se comprende fácilmente por un conjunto de hechos de
alcance real y simbólico: la raíz campesina y las primeras experiencias de Don
Bosco, los protagonistas y el tono de las experiencias de los orígenes, la
profesión de pobreza, la clase obrera a la que dedicamos nuestros cuidados
preferenciales. El trabajo es el contenido principal de nuestros programas de
educación en las escuelas profesionales y técnicas, es nuestra forma de
inserción en la sociedad y en la cultura. Marca el rasgo casi fundamental del
salesiano: el salesiano es un trabajador. Don Cagliero decía con una expresión
fuerte: “quien no trabaja no es salesiano”. Para Don Bosco el trabajo no es la
simple ocupación del tiempo, en cualquier actividad, aunque acaso sea fatigosa;
sino la entrega a la misión con todas las capacidades y a tiempo pleno. En este
sentido no comprende sólo el trabajo manual, sino también el intelectual y el
apostólico. Trabaja quien escribe, quien confiesa, quien predica, quien
estudia, quien ordena la casa. El trabajo se caracteriza por la obediencia, por
la caridad pastoral, por la recta intención y por el sentido comunitario.
La espiritualidad comporta
también la dimensión ascética, de resistencia o combate espiritual. “La
ascesis, ayudando a dominar y corregir las tendencias de la naturaleza humana
herida por el pecado, es verdaderamente indispensable a la persona consagrada
para permanecer fiel a la propia vocación y seguir a Jesús por el camino de la
Cruz”.
Va unida a la dimensión
penitencial que es esencial para la madurez cristiana. Sin ella es imposible
tanto el comienzo como el camino posterior de conversión: ésta consiste en
asumir algo y dejar muchas cosas, optar y cortar, destruir cosas o costumbres
viejas o inútiles y dejarse reconstruir.
Cada carisma tiene una tradición
ascética coherente con el propio estilo espiritual en el salesiano, la fórmula
que la resume es “caetera tolle”: deja lo demás, ordena lo demás a esto, es
decir, al “da mihi animas”, a la posibilidad de vivir interiormente y de
expresar el amor a los jóvenes, apartándolos de las situaciones que les impiden
vivir. Son dos aspectos correlativos.
Aspecto importante de esta
ascesis es dar unidad a la persona, integrando en el proyecto de vida en Dios
algunas tendencias que, desarrolladas de forma autónoma, ponen en peligro la
calidad de la experiencia espiritual y las finalidades de la misión: como son
una búsqueda excesiva de la eficacia y de la profesionalidad separadas de las
finalidades pastorales, la secularización de la mentalidad y del estilo de
vida, las formas, aunque medio ocultas, de afirmación excesiva de la
peculiaridad cultural.
El “caetera tolle” deja u ordena
lo demás, tiene su expresión cotidiana, no única, en la templanza ‘salesiana’.
La templanza es aquella virtud cardinal que modera los impulsos, las palabras y
los actos según la razón y las exigencias de la vida cristiana. Alrededor de
ella giran la continencia, la humildad, la sobriedad, la sencillez, la
austeridad. En el Sistema Preventivo, las mismas realidades están incluidas en
la razón. Sus manifestaciones en la vida cotidiana son: el equilibrio, es
decir, la mesura en todo; una conveniente disciplina, la capacidad de
colaboración, la calma interior y exterior, una relación con todos, pero
especialmente con los jóvenes, serena y con autoridad moral.
Todo esto puede parecer demasiado
ordinario, como dimensión ascética, y casi alegre frente a la seriedad de la
llamada a la conversión y a la radicalidad. Don Bosco expresó esta aparente
contradicción con el sueño de la pérgola de rosas. Los salesianos caminan sobre los pétalos.
Todos piensan que se divierten. Y de hecho son “felices”. Punzados por las
espinas no pierden la alegría. También esto es ascesis: la sencillez, la buena
cara, el no montar escenas. Responde al consejo evangélico: cuando ayunen, no
anden tristes, sino perfúmense la cabeza y lávense la cara”.
La Espiritualidad Salesiana hace referencia a los principios fundamentales que permiten que las personas se identifiquen con el modelo propio de los discípulos de Don Bosco. La base de dicha espiritualidad se da en el lema de Don Bosco de “dame almas y llévate lo demás”, en ello radica su síntesis mística, la síntesis
pedagógica se da en Razón, Religión y Amor y la síntesis devocional se da en Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Papa, siempre en busca de vivir las dimensiones contemplativa, apostólica y ascética, indispensables dentro del rostro salesiano.
pedagógica se da en Razón, Religión y Amor y la síntesis devocional se da en Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Papa, siempre en busca de vivir las dimensiones contemplativa, apostólica y ascética, indispensables dentro del rostro salesiano.
La dimensión contemplativa no se queda en la oración, sino que fusiona ésta con el trabajo, convirtiendo la acción en oración, así, mientras el salesiano es orante, lo hace inmerso en el mundo de la pastoral con todas las implicaciones que ello trae consigo, siendo contemplativos en la acción.
La labor pastoral de Don Bosco, centrada en el Evangelio, no descuidaba el trabajo para el cual debía preparar a sus muchachos, nacido en un ambiente campesino de pobreza, con escasas posibilidades profesionales y con la explotación de la clase obrera, quiso que sus jóvenes aprendieran a desempeñarse en alguna labor que les proporcionara su sustento y esto es algo que hoy en día se sigue llevando a cabo por los salesianos, para ellos, el trabajo es esencial en los programas de educación de las escuelas profesionales y para tal fin brindan preparación a sus estudiantes.
La ascesis del salesiano se centra en el dejarse pulir de Dios, convirtiendo su vida en un constante gastarse y desgastarse por la salvación de las almas, en especial las de los jóvenes, que fue la vocación que desde el inicio le fue revelada a Don Bosco, serían ellos los herederos inmediatos de su labor apostólica, en especial velando por aquellos jóvenes en mayor estado de vulnerabilidad.
El elemento característico del estilo pedagógico de Don Bosco era el amor, pero no bastaba con amar a los jóvenes, éstos debían sentir que eran amados y a su vez, ser capaz, pedagógicamente hablando, de hacerse querer por ellos para que éstos se abran totalmente a las posibilidades de un verdadero cambio de vida.
Carisma
20:34
RASGOS QUE DEFINEN ESTE “ROSTRO SALESIANO”:
1. La caridad pastoral
Se trata de un impulso apostólico
que mueve a buscar a Dios y a llevar su mensaje (el Evangelio) a las personas,
especialmente, a los jóvenes. La caridad pastoral es el centro y la síntesis de
la espiritualidad salesiana.
2. La gracia de unidad
La gracia de la unidad tiene
otros nombres que ayudan a entender su significado: interioridad apostólica,
dimensión contemplativa de la vida, síntesis vital, único movimiento de amor a
Dios y a los jóvenes, liturgia de la vida… Consiste en vivir la gracia de la
unificación de la persona tanto en su relación con Dios como en el servicio a
las personas.
3. El estilo de oración
Desde la manera de orar de Don
Bosco, la oración salesiana tiene estas características:
- en su inspiración: está
motivada por el deseo de llevar el evangelio a la vida de los jóvenes.
- en su estilo: es juvenil,
popular, gozosa, creativa, sencilla, unida a la vida.
- en las formas: va a lo
esencial: Palabra de Dios, Eucaristía, Penitencia, Presencia de María
Auxiliadora.
4. La misión juvenil y popular
Amor de predilección por los
jóvenes: Los jóvenes no son simples beneficiarios de una actividad; son la
vocación del salesiano. “Me basta que seáis jóvenes para amaros” decía Don
Bosco.
El pueblo es el ambiente natural
y ordinario donde se hace la opción juvenil, el lugar social y humano donde se
busca y se encuentra a la juventud.
5. El optimismo y el gozo de la esperanza
“Nosotros hacemos consistir la
santidad en estar siempre alegres” decía Domingo Savio, alumno de Don Bosco, a
un compañero nuevo en el Oratorio. Partiendo del Cristo Resucitado, este
optimismo se traduce en:
- tener fe en la victoria del
bien: para ello, hay que saber conectar con la cuerda sensible del corazón.
- estar abiertos a los valores
humanos: más que lamentarse, el salesiano capta los valores del mundo y trata
de darles cauce adecuado de cara a la educación de la fe.
- educar en las alegrías
cotidianas: la educación trata de aprender a saborear con sencillez las
múltiples alegrías humanas que Dios ha puesto en nuestro camino.
6. La ascesis de la bondad
El amor, en la educación, es
pedagogía; pero no sólo. El amor es… ¡TODO! Cuando esto se da (el sentirse
llamado lo garantiza) el joven es amado y se da cuenta de ello; y desde esta
experiencia, el joven da, lo da todo, se da. Esto exige del educador salesiano
una ascesis continua y profunda para dar cabida, en la propia existencia, al
joven y su anhelo de Dios.
7. El trabajo y la templanza
Ser consecuente con el “ser
salesiano” lleva consigo el ser un gran trabajador… como lo fue Don Bosco. Al
mismo tiempo, la tarea de la educación impone una actitud de libertad “de” y
“para”. Este proceso de liberación exige, para que la melodía suene armónica,
que el educador esté siempre ¡templado!, afinado. El trabajo y la templanza
constituyen el campo de la ascesis salesiana.
8. El espíritu de iniciativa
Una de las manifestaciones del
celo propio de la “caridad pastoral” es el espíritu de iniciativa. Es una labor
de discernimiento espiritual que propicia el lanzamiento generoso, desde la
confianza en El Señor, a la misión evangélica dentro de las múltiples
posibilidades que ofrece la vida concreta.
9. El arraigo en el misterio de Cristo y la vida en manos de María
El “hombre nuevo” al que tiende
la educación promovida por Don Bosco y por sus hijos, es el hombre nuevo
proclamado por Jesucristo. Estar arraigado en Cristo es la alegría más íntima
que puede tener un miembro de la Familia Salesiana. En el misterio cristiano
aparece María, en su relación vital con su Hijo; Ella, desde ahí, nos enseña el
camino que conduce hacia ÉL; es Educadora: Inmaculada y Auxiliadora
10. El sentido de Iglesia
Del amor a Cristo nace
inseparablemente el amor a su iglesia
El salesiano se ve a sí mismo
como miembro vivo de la Iglesia viva: ¡ni más… ni menos!
Desde el sentido fuerte de
Iglesia universal vive la pertenencia activa a la Iglesia local trabajando en
comunión con todos: seglares, sacerdotes, religiosos.
El amor y la fidelidad al sucesor
de Pedro es una muestra clara del amor a la Iglesia.
11. Vinculación Salesiana de esta Hermandad
Como Corporación nacida del mismo
seno de la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, la Hermandad ha
manifestado desde su fundación su marcado carácter salesiano.
El impulso apostólico, el
servicio a las personas, la sencillez de las celebraciones, el deseo de estar
presente entre los jóvenes y las familias humildes, el trabajo, la iniciativa y
la profunda devoción mariana son aspectos de la espiritualidad salesiana que
han calado hondamente en la cofradía.
La presencia constante en las
actividades de la Familia Salesiana y la permanente asistencia a los encuentros
inspectoriales de hermandades salesianas han sido reflejo de esta profunda
vinculación carismática.
Don Bosco dedicó su vida a atender a los jóvenes, especialmente a los más pobres, que vivían en la calle y que eran explotados en trabajos donde su vida corría peligro. Él les ofreció un ambiente donde podían educarse y sentirse seguros, como si fuese una gran familia. Este es el carisma de la Familia Salesiana. Si vemos en el diccionario que significa carisma, encontramos esta definición:
“Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad; capacidad especial de algunas personas para atraer o fascinar“.
Entonces, ¿cúal es el carisma salesiano?
San Juan Bosco basó toda su obra en dos grandes pilares: La Eucaristía y María Auxiliadora; y fue a ellos a quienes pidió que les ayudasen para poder luchar por sus “chicos”, como él les llamaba. Con sus acciones y su ejemplo, fue mostrando su carisma, mismo que plasmó en la Congregación que fundaría años más tarde y que, hoy en día, sigue trabajando en todo el mundo por la juventud.
El Carisma Salesiano se basa en la propuesta de santidad como una alegría profunda en lo cotidiano, es decir que, sin importar lo que hagamos, hay que hacerlo con alegría; aún los momentos difíciles debemos estar alegres porque somos amados por Dios y Él está siempre con nosotros. Don Bosco repetía constantemente: “Para nosotros la santidad consiste en estar siempre alegres“.
Además de ello, otra de las características del Carisma Salesiano es la cordialidad y el ambiente familiar en que se desarrolla su labor basada en el Sistema Preventivo, apoyado en la razón, la religión y la amabilidad. Con ello busca dar confianza a los jóvenes para que disipen sus miedos y abran sus corazones para poder sembrar valores en ellos. Crear un espacio en donde se pueda convivir en total libertad, seguridad y alegría.
Todo esto lo podemos ver reflejado en los Salesianos que hoy en día siguen luchando incansablemente por la salvación de las almas (Da mihi animas coetera tolle) alrededor del mundo y que, confiando en María Auxiliadora ponen cada día en práctica el ejemplo de Don Bosco.
“El carisma salesiano es la peculiar forma de vida de los Salesianos, fruto de la consagración al Señor por medio de la profesión religiosa y que se expresa a través de la misión a favor de los jóvenes, especialmente los más pobres, abandonados y en situación de riesgo psico-social, realizada por las comunidades con una pedagogía y espiritualidad propias, la del Sistema Preventivo.
En su calidad de «carisma» es un don del Espíritu y, como tal, está al servicio de la Iglesia, de su vida y de su misión. Este carisma se puede vivir por consagrados y laicos, sacerdotes y laicos, adultos y jóvenes, pero queda caracterizado siempre por su inspiración en Don Bosco, en sus grandes convicciones (los jóvenes, la educación, el sistema preventivo), por la pasión del «Da mihi animas», que era el programa de Don Bosco, por la devoción a María Auxiliadora.” (Don Pascual Chávez- Ex Rector Mayor de los Salesianos)
El Carisma Salesiano es la vivencia espiritual del sentir de Don Bosco y del don de Dios para la Iglesia desde la conexión que brinda el tener un mismo corazón y una misma alma para vivir en fraternidad la misión en favor de todos los destinatarios del mensaje Evangelizador en el lenguaje de amor y acogida instituido por Don Bosco.
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