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viernes, 30 de octubre de 2015

Pedagogía


LA PEDAGOGÍA SALESIANA DE DON BOSCO



Nuestra pedagogía está fundamentada en tres pilares fundamentales:

Religión: porque se trata de una caridad que nace de la fe. En la Carta de Roma, Don Bosco tiene claro que en gran medida los problemas de conciencia de los jóvenes le impiden ser buenos. Por eso recomienda la confesión frecuente y la Eucaristía. Periódicamente les ofrece a los jóvenes retiros y ejercicios espirituales que en la concepción de la época se llamaban “de la buena muerte” y que consistían en prepararse de tal manera como si el joven terminara su vida en ese mismo instante. Sin la fe es imposible entender el estilo educativo de Don Bosco.

Razón: porque el amor de Don Bosco está exento de todo sentimentalismo. La amabilidad de Don Bosco, su amor, profundo y sincero huye de toda artificialidad. Don Bosco nos pide un amor equilibrado, abierto, racional. En Don Bosco todo queda claro. La familiaridad y confianza exige el por qué y las razones de toda recomendación a los jóvenes.

Amor: porque es importante que los jóvenes descubran que son amados. Dice y subraya Don Bosco, no es suficiente con amarlos. En la cruz del Buen pastor que se nos entrega a los Salesianos cuando hacemos la profesión perpetua, está escrito en italiano “Studia di farte amare” Procura hacerte querer. Cada chico de Don Bosco pensaba que él les quería más que a nadie. Así amaba Don Bosco, sin particularismos. Todos se sentían  cercanos y queridos. Ese amor genera confianza, los jóvenes abren el corazón y la educación se hace posible.

Don Bosco era un soñador, pero un soñador con los pies en la tierra. Sus sueños estaban bien atados a la realidad. ¿Cómo podemos volver a aquella frescura original del oratorio? Pues está claro, con la caridad, que es el nombre cristiano del amor.

 La Casa de Don Bosco debe ser como una gran familia. Su estilo de familia no es patriarcal, donde el padre es jefe indiscutible. Es un estilo de familia popular y sencilla, llenos de buenas relaciones.

El lugar privilegiado de educación para Don Bosco lo va a constituir el patio. La alegría encuentra en este escenario la forma más sincera de expresarse. El patio se convierte en lugar de encuentro. Se educa divirtiéndose y se divierten educándose.


 La pasión por los jóvenes, que da sentido a cuanto hace, la unión con Dios perfectamente unida a la anterior. Para Don Bosco sólo hay una forma de encontrarse con Dios y una única forma de encontrarse con los jóvenes. Pues bien, fruto de este binomio surge todo un modo de educar original y distinto. Es la pedagogía de la bondad, donde el amor tiene la primera y última palabra porque Dios es Amor y amar es portar y ofrecer a Dios.



La Pedagogía de Don Bosco en sus inicios buscó brindar mejores posibilidades de vida a unos jóvenes que vivían en un ambiente que les era bastante hostil sin embargo, su proyecto fue de tan alto alcance que hasta nuestros días sigue teniendo vigencia y es que su sistema de enseñanza busca superar las problemáticas sociales de injusticia y exclusión para desarrollar las potencialidades de los jóvenes y hacer de éstos seres productivos para sí mismos y para la sociedad.


Lo esencial en el sistema pedagógico de Don Bosco es lograr que la acogida y el amor sean el gancho para que los jóvenes se queden, por lo que, mediante un ambiente de familia, de unidad,  les inculca la necesidad de formarse y encontrarse con Dios, no por obligación sino por convicción a fin de crecer en su vida humana y cristiana partiendo de cuanto positivo hay en el individuo, fusionando el desarrollo humano con el crecimiento evangélico y la vivencia de lo cristiano, razón por la que la educación salesiana es pedagógica, espiritual y pastoral, fusionando esto en un Sistema Preventivo que apunta a la integralidad del sujeto.



        

Sistema Preventivo


En la obra y vida de san Juan Bosco se encuentran muchas orientaciones y consejos educativos de gran actualidad psicológica y educativa para una consideración de la educación cristiana (en la familia) que atienda las aspiraciones y las necesidades y circunstancias propias de la infancia y de la primera juventud.

Propone muchas indicaciones que siguen manteniendo una vigencia extraordinaria, incluso cuando se tiene en cuenta la época en la que fueron propuestas a los jóvenes y educadores de su tiempo. Más allá de la atención a cuestiones de la formación e instrucción de los niños y jóvenes y de su crecimiento psicomoral, las enseñanzas de san Juan Bosco en materia educativa persiguen un fin declarado: el de desplegar un programa de santidad juvenil. Para san Juan Bosco –y en ello parecía seguirle de modo muy especial Juan Pablo II–, «el Señor ama de un modo muy especial a los jóvenes»(1). De ese especialísimo amor por la juventud del que san Juan Bosco vivamente participaba nacen una serie de consideraciones y advertencias que, también por su profundidad y acierto psicológicos, se hacen también especialmente prácticos en el ámbito educativo de la familia.

En su obra El joven cristiano san Juan Bosco parte del convencimiento de que «la salvación del cristiano depende ordinariamente de los años de juventud». Por esta razón, el máximo empeño y atención educativos de padres, educadores y maestros deben concentrarse en esta primera época de la vida, en la que niños y jóvenes están «aún a tiempo de hacer muchas obras buenas». Pero es en las mismas condiciones de la infancia y de la juventud en las que el santo descubre las dos mayores circunstancias de carácter más psicológico que el demonio suele aprovechar para alejar a los jóvenes de la virtud. La primera, la tentación de hacer creer a niños y jóvenes que la vida cristiana, la vida de santidad, sea una vida melancólica y privada de toda diversión y placer(4). Por eso, según san Juan Bosco, el primer lazo que suele tender el demonio a niños y jóvenes consiste en ponerles «delante de los ojos la imposibilidad de mantenerse en el difícil camino de la virtud» por la falta de placeres y de diversión. Y la segunda, la de que niños y jóvenes tienden por naturaleza a considerar que gozarán de una larga vida y que, por lo mismo, en el futuro siempre dispondrán de oportunidades para rectificar los errores cometidos en la actualidad. Pero a esa tendencia el santo la llama «falsa esperanza de larga vida» que, si bien es natural y un signo de la vitalidad propia de la juventud, no por ello deja de ser aprovechada por el enemigo del alma (y en nuestros días más que nunca fomentada por la superficialidad de la vida mundana) para tentar al joven con la falsa esperanza de poder posponer indefinidamente el ejercicio de las buenas obras.

San Juan Bosco, sin olvidar nunca que la educación de la juventud es un arte difícil, presenta un método de vida alegre y fácil, pero suficiente para que los niños y los jóvenes puedan llegar a ser el consuelo de sus padres, el honor de la patria, buenos ciudadanos en la tierra y, después, moradores felices del cielo.

Para san Juan Bosco ese difícil arte de educar se centra, por una parte, en la promoción y el fomento de una serie de acciones y actitudes que un joven necesita para alcanzar la virtud:

1- Conocimiento de Dios
2- La obediencia a sus padres y educadores
3- El respeto a los lugares sagrados y a los ministros del Señor
4- La lectura espiritual y la Palabra de Dios
5- La devoción a María Santísima

Por otra parte, según san Juan Bosco, en el evitar y huir de una serie de circunstancias y situaciones:

1- El ocio
2- Las malas compañías
3- Las malas conversaciones
4- El escándalo

La promoción y fomento de estas acciones y actitudes tiene, originalmente, su lugar natural y principalísimo en la familia, «Iglesia doméstica», porque el amor de los padres dispone y habilita el corazón del hijo para la recepción del bien y de las verdades que los padres le comunican. Para san Juan Bosco la educación se expresa con aquel lenguaje del amor que va conquistando el corazón del discípulo y ejerciendo sobre él gran influencia, permitiendo al niño, al educando, aquel conocimiento experimental simple y vital por el cual el niño se nutre de quien le dice las cosas y de quien se las muestra. Se trata de un conocimiento que comporta una unión intencional del niño muy especialmente con sus padres, pero también con los educadores buenos por la que, además, queda vinculado a aquel que le dice qué y cómo son las cosas y que, por naturaleza, tiene su lugar propio de adquisición: la familia fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer.





Para conocer acerca del Sistema Preventivo de Don Bosco no basta con una sola publicación en nuestro blog, por ésta razón iremos desarrollando el tema como venimos haciéndolo con otros aspectos como la Espiritualidad y la Pedagogía.

Empecemos por decir que el Sistema Preventivo es una propuesta que tuvo sus raíces en San Francisco de Sales y Felipe Neri, proponiendo educar no desde una metodología represiva sino de acogida, respondiendo a las necesidades de los jóvenes. Don Bosco lo adaptó al ponerlo en práctica con una población sometida a crudas realidades, donde la explotación, los malos tratos, la delincuencia, las pandillas, etc, era lo que circundaba a los jóvenes y fue a ellos a los que él acogió y con los que decidió implementar una propuesta basada en el reconocimiento, donde éstos jóvenes se sintieran amados, acogidos, respaldados y logrando que éstos se dejaran llevar no por la imposición, sino por convicción.



Don Bosco reconocía las habilidades de sus muchachos y se valía de ellas para lograr acercamiento, no era restrictivo, al contrario, los dejaba ser ellos mismos pero brindándoles conciencia del pecado e invitándolos a no cometerlo, no por temor al castigo divino, sino por amor a “ESE” que los amó primero, por eso su intervención era siempre formativa y constructiva, citando a  Felipe Neri: "Haced lo que queráis, a mí me basta que no cometáis pecado"



La síntesis pedagógica del sistema de Don Bosco se da en tres palabras claves: Razón, Religión, Amor. La primera para educar desde lo sencillo en el buen uso de la libertad dando bases para discernir lo conveniente de aquello que no lo es. La segunda para alcanzar la salvación mediante la Palabra de Dios, la vida sacramental, la oración, pero nada de esto impuesto, todo lo contrario, en palabras textuales: "No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos; pero sí se les debe animar y darles comodidad para aprovecharse de ellos". La tercera, entendida por algunos como amor o amabilidad, también llamada  “amorevolezza”, habla del amor incondicional por la persona, independiente de sus acciones. Es amor que acoge y dignifica aun cuando deban aplicarse correctivos. Don Bosco decía: “Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor. 


Por consiguiente, excluye todo castigo violento y procura alejar aún los suaves”, por lo cual siempre acudía al diálogo y la reflexión, a “la palabrita al oído”.

¿Qué opinas de la propuesta de Don Bosco hasta ahora? Nos falta mucho más por decir pero estaremos complementando en próximas entregas.


miércoles, 7 de octubre de 2015

Espiritualidad

LA DEVOCIÓN A MARÍA AUXILIADORA

Don Bosco fue el gran impulsor de la devoción y el cariño a María Auxiliadora. Él no comenzó a utilizar el título de “Auxiliadora” hasta que ya habían pasado algunos años de su trabajo. Al principio, prefería llamar a la Virgen como “Inmaculada”.

 Un acontecimiento fundamental fue la construcción de la Basílica de María Auxiliadora, en Turín. El 9 de junio de 1868 se consagró la Basílica. La historia de este templo es una sucesión de favores de la Virgen María. Don Bosco empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la basílica. El santo solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”.

 Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que la Virgen concede a quienes la invocan con ese título, que esta devoción ha llegado a ser una de las más populares. San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”, y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”.

 Para el salesiano, la devoción a María Auxiliadora constituye uno de los rasgos distintivos de su espiritualidad, tal como acreditan las propias Constituciones Salesianas:
 Para contribuir a la salvación de la juventud -la porción más delicada y valiosa de la sociedad humana-, el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a San Juan Bosco. (Constituciones Salesianas, 1)

 La Virgen María indicó a Don Bosco su campo de acción entre los jóvenes, y lo guió y sostuvo constantemente, sobre todo en la fundación de nuestra Sociedad. Creemos que María está presente entre nosotros y continúa su misión de Madre de la Iglesia y Auxiliadora de los cristianos. Nos confiamos a Ella, humilde sierva en la que el Señor hizo obras grandes para ser, entre los jóvenes, testigos del amor inagotable de su Hijo. (Const. 8)

 Don Bosco confió nuestra Sociedad, de modo especial, a María a quien declaró patrona principal (Const. 9)

 Caminamos con los jóvenes para llevarlos a la persona del Señor resucitado, de modo que, descubriendo en Él y en su Evangelio el sentido supremo de su propia existencia. La Virgen María es una presencia materna en este camino. La hacemos conocer y amar como a la Mujer que creyó y que auxilia e infunde esperanza. (Const. 34)

 María, Madre de Dios, ocupa un puesto singular en la historia de la salvación. Es modelo de oración y de caridad pastoral, maestra de sabiduría y guía de nuestra Familia. Contemplamos e imitamos su fe, la solicitud por los necesitados, la fidelidad en la hora de la cruz y el gozo por las maravillas realizadas por el Padre. María Inmaculada y Auxiliadora nos educa para la donación plena al Señor y nos alienta en el servicio a los hermanos. Le profesamos una devoción filial y fuerte. (Const. 92)

Con la ayuda de María, madre y maestra, el salesiano se esfuerza por llegar a ser educador pastor de los jóvenes en la forma laical o sacerdotal que le es propia. (Const. 98)




La espiritualidad salesiana ha sido sintetizada en algunas fórmulas breves como las que usaba Don Bosco para los muchachos. Es una costumbre de familia: simplificar, unir, ayudar a recordar. La síntesis mística está resumida en el lema: Da mihi animas. La pedagógica de nuestra espiritualidad es: razón, religión y amorevolezza (amabilidad). Se refiere no sólo a la relación con los jóvenes, sino a la forma de formarse del educador apóstol. La fórmula devocional es Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Papa.

¿Cuál es el programa práctico, que se debe vivir todos los días y a largo plazo? Trabajo, oración, templanza. Las tres palabras, populares, casi proletarias, corresponden a las tres dimensiones que el documento Vita Consecrata indica como indispensables en toda espiritualidad: la contemplativa, la apostólica, la ascética.

La contemplación no coincide con el estudio de las cosas sagradas, si bien sacará ventajas de él. Quiere decir que incluye la oración, pero va más allá: la contemplación, lo que entre nosotros tradicionalmente se llamaba unión con Dios, sentido y alegría de su presencia, relación filial con Él. Don Bosco y María Mazzarello copiaron a Jesús Pastor esta modalidad. Descubrieron el carácter de oración que tiene la acción apostólica y caritativa, cuando se hace según la voluntad y en la presencia de Dios. Esto, por otra parte, era ya conocido por los místicos.

Hay, pues, en Don Bosco una fusión natural y serena entre acción y oración. La vida no se divide entre la una y la otra: “La diferencia específica de la piedad salesiana consiste en saber hacer del trabajo oración… Ésta es una de las características más bellas de Don Bosco”. El salesiano debería llegar a ser “un orante” como todo religioso. Pero debe hacerlo “sumergido en el mundo y en las preocupaciones de la vida pastoral”,  “en una laboriosidad incansable santificada por la oración y la unión con Dios”.

El trabajo: la caridad pastoral. Éste es un aspecto más asimilado y más percibido por los demás. La importancia que tiene en nuestra vida se comprende fácilmente por un conjunto de hechos de alcance real y simbólico: la raíz campesina y las primeras experiencias de Don Bosco, los protagonistas y el tono de las experiencias de los orígenes, la profesión de pobreza, la clase obrera a la que dedicamos nuestros cuidados preferenciales. El trabajo es el contenido principal de nuestros programas de educación en las escuelas profesionales y técnicas, es nuestra forma de inserción en la sociedad y en la cultura. Marca el rasgo casi fundamental del salesiano: el salesiano es un trabajador. Don Cagliero decía con una expresión fuerte: “quien no trabaja no es salesiano”. Para Don Bosco el trabajo no es la simple ocupación del tiempo, en cualquier actividad, aunque acaso sea fatigosa; sino la entrega a la misión con todas las capacidades y a tiempo pleno. En este sentido no comprende sólo el trabajo manual, sino también el intelectual y el apostólico. Trabaja quien escribe, quien confiesa, quien predica, quien estudia, quien ordena la casa. El trabajo se caracteriza por la obediencia, por la caridad pastoral, por la recta intención y por el sentido comunitario.

La espiritualidad comporta también la dimensión ascética, de resistencia o combate espiritual. “La ascesis, ayudando a dominar y corregir las tendencias de la naturaleza humana herida por el pecado, es verdaderamente indispensable a la persona consagrada para permanecer fiel a la propia vocación y seguir a Jesús por el camino de la Cruz”.

Va unida a la dimensión penitencial que es esencial para la madurez cristiana. Sin ella es imposible tanto el comienzo como el camino posterior de conversión: ésta consiste en asumir algo y dejar muchas cosas, optar y cortar, destruir cosas o costumbres viejas o inútiles y dejarse reconstruir.
Cada carisma tiene una tradición ascética coherente con el propio estilo espiritual en el salesiano, la fórmula que la resume es “caetera tolle”: deja lo demás, ordena lo demás a esto, es decir, al “da mihi animas”, a la posibilidad de vivir interiormente y de expresar el amor a los jóvenes, apartándolos de las situaciones que les impiden vivir. Son dos aspectos correlativos.

Aspecto importante de esta ascesis es dar unidad a la persona, integrando en el proyecto de vida en Dios algunas tendencias que, desarrolladas de forma autónoma, ponen en peligro la calidad de la experiencia espiritual y las finalidades de la misión: como son una búsqueda excesiva de la eficacia y de la profesionalidad separadas de las finalidades pastorales, la secularización de la mentalidad y del estilo de vida, las formas, aunque medio ocultas, de afirmación excesiva de la peculiaridad cultural.

El “caetera tolle” deja u ordena lo demás, tiene su expresión cotidiana, no única, en la templanza ‘salesiana’. La templanza es aquella virtud cardinal que modera los impulsos, las palabras y los actos según la razón y las exigencias de la vida cristiana. Alrededor de ella giran la continencia, la humildad, la sobriedad, la sencillez, la austeridad. En el Sistema Preventivo, las mismas realidades están incluidas en la razón. Sus manifestaciones en la vida cotidiana son: el equilibrio, es decir, la mesura en todo; una conveniente disciplina, la capacidad de colaboración, la calma interior y exterior, una relación con todos, pero especialmente con los jóvenes, serena y con autoridad moral.

Todo esto puede parecer demasiado ordinario, como dimensión ascética, y casi alegre frente a la seriedad de la llamada a la conversión y a la radicalidad. Don Bosco expresó esta aparente contradicción con el sueño de la pérgola de rosas.  Los salesianos caminan sobre los pétalos. Todos piensan que se divierten. Y de hecho son “felices”. Punzados por las espinas no pierden la alegría. También esto es ascesis: la sencillez, la buena cara, el no montar escenas. Responde al consejo evangélico: cuando ayunen, no anden tristes, sino perfúmense la cabeza y lávense la cara”.




La Espiritualidad Salesiana hace referencia a los principios fundamentales que permiten que las personas se identifiquen con el modelo propio de los discípulos de Don Bosco. La base de dicha espiritualidad se da en el lema de Don Bosco de “dame almas y llévate lo demás”, en ello radica su síntesis mística, la síntesis
pedagógica se da en Razón, Religión y Amor y la síntesis devocional se da en Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Papa, siempre en busca de vivir las dimensiones contemplativa, apostólica y ascética, indispensables dentro del rostro salesiano.



La dimensión contemplativa no se queda en la oración, sino que fusiona ésta con el trabajo, convirtiendo la acción en oración, así, mientras el salesiano es orante, lo hace inmerso en el mundo de la pastoral con todas las implicaciones que ello trae consigo, siendo contemplativos en la acción. 


La labor pastoral de Don Bosco, centrada en el Evangelio, no descuidaba el trabajo para el cual debía preparar a sus muchachos, nacido en un ambiente campesino de pobreza, con escasas posibilidades profesionales y con la explotación de la clase obrera, quiso que sus jóvenes aprendieran a desempeñarse en alguna labor que les proporcionara su sustento y esto es algo que hoy en día se sigue llevando a cabo por los salesianos, para ellos, el trabajo es esencial en los programas de educación de las escuelas profesionales y para tal fin brindan preparación a sus estudiantes.

La ascesis del salesiano se centra en el dejarse pulir de Dios, convirtiendo su vida en un constante gastarse y desgastarse por la salvación de las almas, en especial las de los jóvenes, que fue la vocación que desde el inicio le fue revelada a Don Bosco, serían ellos los herederos inmediatos de su labor apostólica, en especial velando por aquellos jóvenes en mayor estado de vulnerabilidad.

El elemento característico del estilo pedagógico de Don Bosco era el amor, pero no bastaba con amar a los jóvenes, éstos debían sentir que eran amados y a su vez, ser capaz, pedagógicamente hablando, de hacerse querer por ellos para que éstos se abran totalmente a las posibilidades de un verdadero cambio de vida.


Carisma


RASGOS QUE DEFINEN ESTE “ROSTRO SALESIANO”:

1. La caridad pastoral
Se trata de un impulso apostólico que mueve a buscar a Dios y a llevar su mensaje (el Evangelio) a las personas, especialmente, a los jóvenes. La caridad pastoral es el centro y la síntesis de la espiritualidad salesiana.


2. La gracia de unidad

La gracia de la unidad tiene otros nombres que ayudan a entender su significado: interioridad apostólica, dimensión contemplativa de la vida, síntesis vital, único movimiento de amor a Dios y a los jóvenes, liturgia de la vida… Consiste en vivir la gracia de la unificación de la persona tanto en su relación con Dios como en el servicio a las personas.


3. El estilo de oración

Desde la manera de orar de Don Bosco, la oración salesiana tiene estas características:
- en su inspiración: está motivada por el deseo de llevar el evangelio a la vida de los jóvenes.
- en su estilo: es juvenil, popular, gozosa, creativa, sencilla, unida a la vida.
- en las formas: va a lo esencial: Palabra de Dios, Eucaristía, Penitencia, Presencia de María Auxiliadora.


4. La misión juvenil y popular

Amor de predilección por los jóvenes: Los jóvenes no son simples beneficiarios de una actividad; son la vocación del salesiano. “Me basta que seáis jóvenes para amaros” decía Don Bosco.
El pueblo es el ambiente natural y ordinario donde se hace la opción juvenil, el lugar social y humano donde se busca y se encuentra a la juventud.


5. El optimismo y el gozo de la esperanza

“Nosotros hacemos consistir la santidad en estar siempre alegres” decía Domingo Savio, alumno de Don Bosco, a un compañero nuevo en el Oratorio. Partiendo del Cristo Resucitado, este optimismo se traduce en:
- tener fe en la victoria del bien: para ello, hay que saber conectar con la cuerda sensible del corazón.
- estar abiertos a los valores humanos: más que lamentarse, el salesiano capta los valores del mundo y trata de darles cauce adecuado de cara a la educación de la fe.
- educar en las alegrías cotidianas: la educación trata de aprender a saborear con sencillez las múltiples alegrías humanas que Dios ha puesto en nuestro camino.


6. La ascesis de la bondad

El amor, en la educación, es pedagogía; pero no sólo. El amor es… ¡TODO! Cuando esto se da (el sentirse llamado lo garantiza) el joven es amado y se da cuenta de ello; y desde esta experiencia, el joven da, lo da todo, se da. Esto exige del educador salesiano una ascesis continua y profunda para dar cabida, en la propia existencia, al joven y su anhelo de Dios.


7. El trabajo y la templanza

Ser consecuente con el “ser salesiano” lleva consigo el ser un gran trabajador… como lo fue Don Bosco. Al mismo tiempo, la tarea de la educación impone una actitud de libertad “de” y “para”. Este proceso de liberación exige, para que la melodía suene armónica, que el educador esté siempre ¡templado!, afinado. El trabajo y la templanza constituyen el campo de la ascesis salesiana.


8. El espíritu de iniciativa

Una de las manifestaciones del celo propio de la “caridad pastoral” es el espíritu de iniciativa. Es una labor de discernimiento espiritual que propicia el lanzamiento generoso, desde la confianza en El Señor, a la misión evangélica dentro de las múltiples posibilidades que ofrece la vida concreta.


9. El arraigo en el misterio de Cristo y la vida en manos de María

El “hombre nuevo” al que tiende la educación promovida por Don Bosco y por sus hijos, es el hombre nuevo proclamado por Jesucristo. Estar arraigado en Cristo es la alegría más íntima que puede tener un miembro de la Familia Salesiana. En el misterio cristiano aparece María, en su relación vital con su Hijo; Ella, desde ahí, nos enseña el camino que conduce hacia ÉL; es Educadora: Inmaculada y Auxiliadora


10. El sentido de Iglesia

Del amor a Cristo nace inseparablemente el amor a su iglesia
El salesiano se ve a sí mismo como miembro vivo de la Iglesia viva: ¡ni más… ni menos!
Desde el sentido fuerte de Iglesia universal vive la pertenencia activa a la Iglesia local trabajando en comunión con todos: seglares, sacerdotes, religiosos.
El amor y la fidelidad al sucesor de Pedro es una muestra clara del amor a la Iglesia.


11. Vinculación Salesiana de esta Hermandad

Como Corporación nacida del mismo seno de la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos, la Hermandad ha manifestado desde su fundación su marcado carácter salesiano.
El impulso apostólico, el servicio a las personas, la sencillez de las celebraciones, el deseo de estar presente entre los jóvenes y las familias humildes, el trabajo, la iniciativa y la profunda devoción mariana son aspectos de la espiritualidad salesiana que han calado hondamente en la cofradía.

La presencia constante en las actividades de la Familia Salesiana y la permanente asistencia a los encuentros inspectoriales de hermandades salesianas han sido reflejo de esta profunda vinculación carismática.






Don Bosco dedicó su vida a atender a los jóvenes, especialmente a los más pobres, que vivían en la calle y que eran explotados en trabajos donde su vida corría peligro. Él les ofreció un ambiente donde podían educarse y sentirse seguros, como si fuese una gran familia. Este es el carisma de la Familia Salesiana. Si vemos en el diccionario que significa carisma, encontramos esta definición:

“Don gratuito que Dios concede a algunas personas en beneficio de la comunidad; capacidad especial de algunas personas para atraer o fascinar“.

Entonces, ¿cúal es el carisma salesiano?

San Juan Bosco basó toda su obra en dos grandes pilares: La Eucaristía y María Auxiliadora; y fue a ellos a quienes pidió que les ayudasen para poder luchar por sus “chicos”, como él les llamaba. Con sus acciones y su ejemplo, fue mostrando su carisma, mismo que plasmó en la Congregación que fundaría años más tarde y que, hoy en día, sigue trabajando en todo el mundo por la juventud.

El Carisma Salesiano se basa en la propuesta de santidad como una alegría profunda en lo cotidiano, es decir que, sin importar lo que hagamos, hay que hacerlo con alegría; aún los momentos difíciles debemos estar alegres porque somos amados por Dios y Él está siempre con nosotros. Don Bosco repetía constantemente: “Para nosotros la santidad consiste en estar siempre alegres“.

Además de ello, otra de las características del Carisma Salesiano es la cordialidad y el ambiente familiar en que se desarrolla su labor basada en el Sistema Preventivo, apoyado en la razón, la religión y la amabilidad. Con ello busca dar confianza a los jóvenes para que disipen sus miedos y abran sus corazones para poder sembrar valores en ellos. Crear un espacio en donde se pueda convivir en total libertad, seguridad y alegría.

Todo esto lo podemos ver reflejado en los Salesianos que hoy en día siguen luchando incansablemente por la salvación de las almas (Da mihi animas coetera tolle) alrededor del mundo y que, confiando en María Auxiliadora ponen cada día en práctica el ejemplo de Don Bosco.

“El carisma salesiano es la peculiar forma de vida de los Salesianos, fruto de la consagración al Señor por medio de la profesión religiosa y que se expresa a través de la misión a favor de los jóvenes, especialmente los más pobres, abandonados y en situación de riesgo psico-social, realizada por las comunidades con una pedagogía y espiritualidad propias, la del Sistema Preventivo. 

En su calidad de «carisma» es un don del Espíritu y, como tal, está al servicio de la Iglesia, de su vida y de su misión. Este carisma se puede vivir por consagrados y laicos, sacerdotes y laicos, adultos y jóvenes, pero queda caracterizado siempre por su inspiración en Don Bosco, en sus grandes convicciones (los jóvenes, la educación, el sistema preventivo), por la pasión del «Da mihi animas», que era el programa de Don Bosco, por la devoción a María Auxiliadora.” (Don Pascual Chávez- Ex Rector Mayor de los Salesianos)

El Carisma Salesiano es la vivencia espiritual del sentir de Don Bosco y del don de Dios para la Iglesia desde la conexión que brinda el tener un mismo corazón y una misma alma para vivir en fraternidad la misión en favor de todos los destinatarios del mensaje Evangelizador en el lenguaje de amor y acogida instituido por Don Bosco.