En la obra y vida
de san Juan Bosco se encuentran muchas orientaciones y consejos educativos de
gran actualidad psicológica y educativa para una consideración de la educación
cristiana (en la familia) que atienda las aspiraciones y las necesidades y
circunstancias propias de la infancia y de la primera juventud.
Propone muchas
indicaciones que siguen manteniendo una vigencia extraordinaria, incluso cuando
se tiene en cuenta la época en la que fueron propuestas a los jóvenes y
educadores de su tiempo. Más allá de la atención a cuestiones de la formación e
instrucción de los niños y jóvenes y de su crecimiento psicomoral, las
enseñanzas de san Juan Bosco en materia educativa persiguen un fin declarado:
el de desplegar un programa de santidad juvenil. Para san Juan Bosco –y en ello
parecía seguirle de modo muy especial Juan Pablo II–, «el Señor ama de un modo
muy especial a los jóvenes»(1). De ese especialísimo amor por la juventud del
que san Juan Bosco vivamente participaba nacen una serie de consideraciones y
advertencias que, también por su profundidad y acierto psicológicos, se hacen
también especialmente prácticos en el ámbito educativo de la familia.
En su obra El joven
cristiano san Juan Bosco parte del convencimiento de que «la salvación del
cristiano depende ordinariamente de los años de juventud». Por esta razón, el
máximo empeño y atención educativos de padres, educadores y maestros deben
concentrarse en esta primera época de la vida, en la que niños y jóvenes están
«aún a tiempo de hacer muchas obras buenas». Pero es en las mismas condiciones
de la infancia y de la juventud en las que el santo descubre las dos mayores
circunstancias de carácter más psicológico que el demonio suele aprovechar para
alejar a los jóvenes de la virtud. La primera, la tentación de hacer creer a
niños y jóvenes que la vida cristiana, la vida de santidad, sea una vida
melancólica y privada de toda diversión y placer(4). Por eso, según san Juan
Bosco, el primer lazo que suele tender el demonio a niños y jóvenes consiste en
ponerles «delante de los ojos la imposibilidad de mantenerse en el difícil
camino de la virtud» por la falta de placeres y de diversión. Y la segunda, la
de que niños y jóvenes tienden por naturaleza a considerar que gozarán de una
larga vida y que, por lo mismo, en el futuro siempre dispondrán de
oportunidades para rectificar los errores cometidos en la actualidad. Pero a
esa tendencia el santo la llama «falsa esperanza de larga vida» que, si bien es
natural y un signo de la vitalidad propia de la juventud, no por ello deja de
ser aprovechada por el enemigo del alma (y en nuestros días más que nunca
fomentada por la superficialidad de la vida mundana) para tentar al joven con
la falsa esperanza de poder posponer indefinidamente el ejercicio de las buenas
obras.
San Juan Bosco, sin
olvidar nunca que la educación de la juventud es un arte difícil, presenta un
método de vida alegre y fácil, pero suficiente para que los niños y los jóvenes
puedan llegar a ser el consuelo de sus padres, el honor de la patria, buenos
ciudadanos en la tierra y, después, moradores felices del cielo.
Para san Juan Bosco
ese difícil arte de educar se centra, por una parte, en la promoción y el
fomento de una serie de acciones y actitudes que un joven necesita para
alcanzar la virtud:
1- Conocimiento de
Dios
2- La obediencia a
sus padres y educadores
3- El respeto a los
lugares sagrados y a los ministros del Señor
4- La lectura
espiritual y la Palabra de Dios
5- La devoción a
María Santísima
Por otra parte,
según san Juan Bosco, en el evitar y huir de una serie de circunstancias y
situaciones:
1- El ocio
2- Las malas
compañías
3- Las malas
conversaciones
4- El escándalo
La promoción y
fomento de estas acciones y actitudes tiene, originalmente, su lugar natural y
principalísimo en la familia, «Iglesia doméstica», porque el amor de los padres
dispone y habilita el corazón del hijo para la recepción del bien y de las
verdades que los padres le comunican. Para san Juan Bosco la educación se
expresa con aquel lenguaje del amor que va conquistando el corazón del
discípulo y ejerciendo sobre él gran influencia, permitiendo al niño, al
educando, aquel conocimiento experimental simple y vital por el cual el niño se
nutre de quien le dice las cosas y de quien se las muestra. Se trata de un
conocimiento que comporta una unión intencional del niño muy especialmente con
sus padres, pero también con los educadores buenos por la que, además, queda
vinculado a aquel que le dice qué y cómo son las cosas y que, por naturaleza,
tiene su lugar propio de adquisición: la familia fundada en el matrimonio
indisoluble entre un hombre y una mujer.
Para conocer acerca del Sistema Preventivo de Don Bosco no basta con una sola publicación en nuestro blog, por ésta razón iremos desarrollando el tema como venimos haciéndolo con otros aspectos como la Espiritualidad y la Pedagogía.
Empecemos por decir que el Sistema Preventivo es una propuesta que tuvo sus raíces en San Francisco de Sales y Felipe Neri, proponiendo educar no desde una metodología represiva sino de acogida, respondiendo a las necesidades de los jóvenes. Don Bosco lo adaptó al ponerlo en práctica con una población sometida a crudas realidades, donde la explotación, los malos tratos, la delincuencia, las pandillas, etc, era lo que circundaba a los jóvenes y fue a ellos a los que él acogió y con los que decidió implementar una propuesta basada en el reconocimiento, donde éstos jóvenes se sintieran amados, acogidos, respaldados y logrando que éstos se dejaran llevar no por la imposición, sino por convicción.
Don Bosco reconocía las habilidades de sus muchachos y se valía de ellas para lograr acercamiento, no era restrictivo, al contrario, los dejaba ser ellos mismos pero brindándoles conciencia del pecado e invitándolos a no cometerlo, no por temor al castigo divino, sino por amor a “ESE” que los amó primero, por eso su intervención era siempre formativa y constructiva, citando a Felipe Neri: "Haced lo que queráis, a mí me basta que no cometáis pecado"
La síntesis pedagógica del sistema de Don Bosco se da en tres palabras claves: Razón, Religión, Amor. La primera para educar desde lo sencillo en el buen uso de la libertad dando bases para discernir lo conveniente de aquello que no lo es. La segunda para alcanzar la salvación mediante la Palabra de Dios, la vida sacramental, la oración, pero nada de esto impuesto, todo lo contrario, en palabras textuales: "No se ha de obligar jamás a los alumnos a frecuentar los santos sacramentos; pero sí se les debe animar y darles comodidad para aprovecharse de ellos". La tercera, entendida por algunos como amor o amabilidad, también llamada “amorevolezza”, habla del amor incondicional por la persona, independiente de sus acciones. Es amor que acoge y dignifica aun cuando deban aplicarse correctivos. Don Bosco decía: “Este sistema descansa por entero en la razón, en la religión y en el amor.
Por consiguiente, excluye todo castigo violento y procura alejar aún los suaves”, por lo cual siempre acudía al diálogo y la reflexión, a “la palabrita al oído”.
¿Qué opinas de la propuesta de Don Bosco hasta ahora? Nos falta mucho más por decir pero estaremos complementando en próximas entregas.