Clásicamente
oración se define como " la elevación de la mente y el corazón hacia
Dios". Jesús hace esto, radicalmente, siendo completamente honesto.
En su libro Paso
Hacia la libertad, Martin Luther King relata cómo una noche, después de recibir
una amenaza de muerte, él se asustó, se entregó al miedo, y, no muy diferente a
Jesús en Getsemaní, literalmente, se derrumbó en el suelo con miedo, con
soledad, con impotencia – y en oración. El confesó que su oración esa noche fue
toda una súplica a Dios para que le permitiera encontrar una forma honorable de
escapar, sin embargo Dios pidió algo más de él. He aquí sus palabras finales a
Dios en oración:
"Aunque ahora
tengo miedo. Las personas me están buscando por liderazgo, y si me presento ante
ellos sin fuerza y valor?, ellos también se tambalearán. Estoy al final de mis
poderes. No me queda nada. He llegado hasta el punto donde no puedo afrontarlo
solo." Luego añade: "En ese momento sentí la presencia de Dios como
nunca lo había experimentado antes." Un ángel le encontró.
Cuando oramos
sinceramente, cualquiera que sea nuestro dolor, un ángel de Dios siempre nos
encontrará.
"No sabemos
orar como conviene", decía san Pablo en la carta a los Romanos. Nadie
podría enseñarnos a orar como Jesús y, por eso, le suplicamos como sus
discípulos: "Señor, enséñanos a orar". El Espíritu viene en nuestra
ayuda. Y nos enseña a través de personas inspiradas, que nos comunican su
experiencia de oración y nos muestran el camino.
El Evangelio nos
enseña qué es lo que pide el Señor:
Llega la hora
-dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en
verdad. Porque Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que
busca.
Nosotros somos los
verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu,
ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y
agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.
Esta ofrenda:
Ofrecida de corazón
Alimentada con la
fe
Cuidada con la
verdad
Íntegra por la
inocencia
Limpia por la
castidad
Coronada con el
amor
Es la que debemos
llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en
medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios
cualquier cosa que le pidamos.
La oración escuchada
¿Qué podrá negar
Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es
él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos que demuestran su
gran eficacia.
En tiempos pasados, la oración liberaba:
Del fuego
De las bestias
De la falta de
alimento,
y sin embargo no
había recibido aún de Cristo su forma propia.
¡Cuánta más
eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente:
No hace venir el
rocío angélico en medio del fuego,
Ni cierra la boca
de los leones,
Ni transporta a los
hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo
Testamento);
No impide
milagrosamente el sufrimiento,
sino que, sin
evitarles el dolor a los que sufren,
los fortalece con
la resignación,
con su fuerza les
aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a
los que sufren por el nombre de Dios.
En el pasado, la oración:
Hacía venir
calamidades
Aniquilaba los
ejércitos enemigos
Impedía la lluvia
necesaria.
Ahora, por el contrario,
La oración del
justo aparta la ira de Dios,
Vela en favor de
los enemigos,
Suplica por los
perseguidores.
¿Qué tiene de
extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo impetrar que de allí bajara
fuego?
La oración es lo
único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar
mal alguno, sino que toda la eficacia que él le ha dado ha de servir para el
bien.
Por esto, su finalidad es:
Servir de sufragio
a las almas de los difuntos
Robustecer a los
débiles
Curar a los
enfermos
Liberar a los
posesos
Abrir las puertas
de las cárceles
Deshacer las
ataduras de los inocentes.
La oración sirve también
Para perdonar los
pecados
Para apartar las
tentaciones
Para hacer que
cesen las persecuciones
Para consolar a los
abatidos
Para deleitar a los
magnánimos
Para guiar a los
peregrinos
Para mitigar las
tempestades
Para impedir su
actuación a los ladrones
Para alimentar a
los pobres
Para llevar por
buen camino a los ricos
Para levantar a los
caídos, para sostener a los que van a caer
Para hacer que
resistan los que están en pie.
El cosmos en oración
Oran los mismos
ángeles
Ora toda la
creación
Oran los animales
domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus
establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su
manera, hacen vibrar el aire.
También las aves,
cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar
de las manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración.
¿Qué más podemos
añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a él sea el honor y
el poder por los siglos de los siglos.
Anteriormente les contamos algunas modalidades de oración, hoy vamos a conocer otras y en nuestra próxima entrega aprenderemos acerca de los tipos de oración.
Oración de Ofrecimiento:
Es una forma de orar en la que se ofrece al Señor prescindir de algo que no conviene pero que se ama mucho o a lo que se está muy apegado por amor a Él y deseo de no ofenderle. También se le puede ofrecer llevar a cabo un acto o gesto que cuesta mucho trabajo pero que se hará en Su nombre solamente por agradarlo. Otra forma es ofrendar una situación, ya sea para ponerla en Sus manos aceptándola aunque sea difícil o bien para honrarlo a Él por las bendiciones que dicha situación ha traído. Es así como se le puede ofrecer la llegada de un hijo, lograr los grados del bachillerato o de la universidad, la resignación frente a la muerte de un ser querido, obtener el empleo deseado, etc, ofreciendo todo a Él como dueño y creador de cuanto existe.
En la publicación anterior les contamos acerca de algunas modalidades de oración, hoy vamos a explicarles en qué consiste cada una.
I. La bendición y la adoración
La oración de
bendición busca explícitamente la bendición de Dios, es decir, que su bendición
venga sobre nosotros. Al bendecir, es la palabra de Dios Creador la que viene
sobre nosotros, por ejemplo, en el caso de Abraham «Yo haré de ti un gran
pueblo, te bendeciré y haré famoso tu nombre (…) Por ti serán benditas todas
las naciones de la tierra» (Gn 12,2-3), y de esta bendición son herederos
también sus descendientes (Gn 22,18).
Durante la
celebración litúrgica, la bendición se recibe desde la dimensión de la trinidad
manifiesta en ese Dios Padre que crea, Dios Hijo que salva y Dios Espíritu
Santo que fortalece y derrama sobre nosotros los dones de Dios.
Cuando pedimos la
bendición queremos ser protegidos, consagrados, puestos al cuidado de nuestro Señor,
de ahí que sea común que quienes se aman se bendigan entre sí, además vemos
también la importancia y el poder de la bendición impartida por el sacerdote en
virtud del poder sacerdotal que en él habita.
Vamos ahora a
conocer lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de la oración
de bendición.
“2626 La bendición
expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios
con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se
unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios:
porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que
es la fuente de toda bendición.
2627 Dos formas
fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por
el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos
por habernos bendecido; cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora
la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al
Padre (es Él quien nos bendice; cf 2 Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).”
En el caso de la
oración de adoración, nos reconocemos como seres totalmente dependientes del
Señor, en ella exaltamos su gran poder porque de Él ha brotado todo cuanto
existe, hasta nosotros mismos. Es una oración de total entrega en la que lo
reconocemos como Dueño y Señor de nuestra vida. El mismo Jesús nos dio un
ejemplo de esto cuando fue tentado por Satanás en la respuesta que le dio:” Adorarás
al Señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt. 4, 10) (de Dt 6,13-14). Tenemos
entonces que la oración de Adoración, sin desmeritar a las otras formas de
oración, es la más elevada, porque en ella nos reconocemos como posesión de
Dios, creaturas y criaturas Suyas, en el primer caso porque fuimos creados por
Él y en la segunda porque seguimos siendo protegidos por Él y en ésta medida,
siendo ÉL NUESTRO Dueño y Señor, debemos aspirar a vivir conforme a Su Santa
Voluntad.
Es muy común que
cuando empezamos a orar lleguemos primero a las peticiones y tal vez a la
acción de gracias o viceversa, pero pocas veces recordamos quién es nuestro
señor, si pensáramos en la oración de Adoración y la pusiéramos en práctica con
mayor frecuencia entenderíamos la grandeza, el poder de Dios y estaríamos más
confiados y menos desesperanzados o temerosos frente a las dificultades.
Ahora, apoyados en
el Catecismo de la Iglesia Católica, ampliemos lo anterior.
2628 La adoración
es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador.
Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la
omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el
espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en
presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62,
16).
La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de
humildad y da seguridad a nuestras súplicas.
II. La oración de petición
En ella expresamos
a Dios nuestra profunda confianza en Él, nos reconocemos como seres limitados y
necesitados que humildemente acuden a ese Padre amoroso, un buen ejemplo es el
PADRE NUESTRO. En él se inicia con una oración de adoración: “Padre Nuestro que
estás en el cielo, santificado sea Tu Nombre” pero, a continuación, sigue y
culmina con oración de petición. En esta clase de oración manifestamos al Señor
situaciones concretas en las que queremos que intervenga.
Pedir auxilio,
manifestar un deseo, alcanzar el perdón, etc.
Algunas citas
bíblicas que nos respaldan son:
Todo cuanto
pidiereis en la oración, si tenéis fe, lo alcanzaréis. Mt 21, 22; Mc 11, 24.
En verdad os digo,
que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá. Jn 16, 23.
Si alguno de
vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios y le será otorgada, pues a
todos da con largueza y sin reproche. Sant 1, 5.
Pedid y recibiréis,
dice, llamad y se os abrirá (Mt 7, 7
La oración de
petición nos acerca en confianza al Señor porque sabemos que Él tomará nuestra
oración y obrará en ella con sabiduría y justicia.
En el Catecismo de
la Iglesia Católica encontramos:
“2629 El
vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices:
pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso
“luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual,
por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición
mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no
somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro
fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos
apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él.
2630 El Nuevo
Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el
Antiguo Testamento. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia
es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos
que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades,
de lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de
parto” (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera “del rescate de nuestro
cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, por
último, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda
de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).
2631 La petición de
perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “Oh
Dios ten compasión de este pecador” Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración
justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el
Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2):
entonces “cuanto pidamos lo recibimos de Él” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración
de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.
2632 La petición
cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene,
conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una
jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es
necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la
misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto
de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de
Pablo, el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por
todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23;
Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la
Venida del Reino.
2633 Cuando se
participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad
pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para
rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su
Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos
exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5,
17-18).”
Es aquella en la
que oramos por los demás, en ésta clase de oración salimos de nosotros mismos
para pensar en el prójimo y nos convertimos en intercesores ante Dios de sus
necesidades. En el Nuevo Testamento, Cristo se nos muestra como el intercesor
por excelencia, al morir por nuestras culpas, Jesús se hizo mediador entre los
hombres y Dios y por ello la oración cristiana está llamada a ser intercesora
de unos por otros “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre.” (1 Timoteo 2:5). “¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a
la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Romanos 8:34).
Todos estamos
llamados a ser intercesores ante Dios por nuestros hermanos y recordemos que no
solamente debemos orar por nuestros seres queridos, el mérito mayor está en
orar por quienes nos lastiman, por quienes nos rechazan, orar por los enemigos.
El Papa Francisco constantemente pide que oremos por él, éste es un claro
ejemplo de la importancia de la oración de intercesión.
En el Catecismo de
la Iglesia Católica encontramos “2634 La intercesión es una oración de petición
que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único
intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en
particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar
perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para
interceder en su favor” (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo “intercede por
nosotros [...] y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8,
26-27).
2635 Interceder,
pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a
la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana
participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la
intercesión, el que ora busca “no su propio interés sino [...] el de los demás”
(Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (cf. San Esteban rogando por
sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34).
2636 Las primeras
comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf
Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El apóstol Pablo les hace participar así
en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él
intercede también por las comunidades (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La
intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por
[...] todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores
(cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10,
1).”
IV La oración de acción de gracias
En esta forma de
oración agradecemos al Señor por muchas razones, entre ellas: El ser
escuchados, su amor, su protección, su cercanía, su obrar en nosotros, en los
otros, etc.
Jesús dice: ´Yo te
alabo, Padre, Señor del cielo y tierra, porque ocultaste estas cosas a los
sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos...´ (Mt 11, 5). Con la
expresión ´Te alabo´, Jesús quiere significar la gratitud por el don de la
revelación de Dios, porque ´nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien
el Hijo quisiere revelárselo´ (Mt 11, 27). Al orar en acción de gracias,
estamos siendo conscientes del don de Dios en nosotros, de su cercanía y
entrega a ese Pueblo que Él ama. En varios pasajes Jesús nos muestra varias
oraciones de este tipo: ´Padre te doy
gracias porque me has escuchado´ (Jn 11, 41). En la multiplicación de los panes
(junto a Cafarnaún) ´Jesús tomó los panes y, dando gracias, dio a los que
estaban recostados, e igualmente de los peces...´ (Jn 6, 11).
Finalmente, en la
institución de la Eucaristía, Jesús, antes de pronunciar las palabras de la
institución sobre el pan y el vino ´dio gracias´ (Lc 22, 17; cfr., también Mc
14,23; Mt 26, 27).
En varios libros de
la Biblia como los Salmos, Eclesiástico y en la propia celebración eucarística,
se habla específicamente de la acción de gracias, San Pablo le decía a los efesios” Den gracias
a Dios por todo porque esta es la voluntad de Dios”(1 Ts.5, 16-18). El
Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “2637 La acción de gracias
caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta
y se convierte cada vez más en lo que ella es. En efecto, en la obra de
salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para
consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para
su gloria. La acción de
gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza.
2638 Al igual que
en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden
convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de san Pablo comienzan
y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre
está presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en
Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed perseverantes en la
oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2).
V Oración de alabanza
Esta forma de
oración nace de quien vive confiado en Dios, que se acoge a Él y lo reconoce en
todos los acontecimientos. Al orar en alabanza al Señor, el centro es Dios
mismo, es entrar en una fuerte intimidad con Él, olvidarse de las necesidades
para solamente reconocerlo presente, grandioso, acogiéndonos a Su Voluntad en
actitud de adoración y glorificación.
En los Salmos vemos
muchos ejemplos de por qué orar de ésta manera. “Reconocer la grandeza y
poderío de nuestro Dios. (Salmo 66:1-4) Lo más difícil para el hombre natural
es reconocer que él hizo todas las cosas y por lo tanto merece que todos le
adoremos y nos postremos delante de Él. (Salmo 95:5-7). Es necesario Creer que
Jesús es el Señor para adorarle. (Juan 9:38)
Citamos del
Catecismo: “2639 La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más
directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que
hace, sino por lo que Él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones
puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria. Mediante ella, el
Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de
Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y
por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de
oración y las lleva hacia Aquel que es su fuente y su término: “un solo Dios,
el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros” (1 Co
8, 6).
2640 San Lucas
menciona con frecuencia en su Evangelio la admiración y la alabanza ante las
maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las acciones del
Espíritu Santo que son los Hechos de los Apóstoles: la comunidad de Jerusalén
(cf Hch 2, 47), el tullido curado por Pedro y Juan (cf Hch 3, 9), la
muchedumbre que glorificaba a Dios por ello (cf Hch 4, 21), y los gentiles de
Pisidia que “se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor” (Hch
13, 48).
2641 “Recitad entre
vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro
corazón al Señor” (Ef 5, 19; Col 3, 16). Como los autores inspirados del Nuevo
Testamento, las primeras comunidades cristianas releen el libro de los Salmos
cantando en él el Misterio de Cristo. En la novedad del Espíritu, componen
también himnos y cánticos a partir del acontecimiento inaudito que Dios ha
realizado en su Hijo: su encarnación, su muerte vencedora de la muerte, su
resurrección y su ascensión a su derecha (cf Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; Ef 5,
14; 1 Tm 3, 16; 6, 15-16; 2 Tm 2, 11-13). De esta “maravilla” de toda la
Economía de la salvación brota la doxología, la alabanza a Dios (cf Ef 1, 3-14;
Rm 16, 25-27; Ef 3, 20-21; Judas 24-25).
MODALIDADES PRINCIPALES SEGÚN NUESTRO CATECISMO CATÓLICO
I. La bendición y la adoración
II. La oración de petición
III. La oración de intercesión
IV. La oración de acción de gracias
V. La oración de alabanza
En nuestra próxima entrega te explicaremos un poco acerca de éstas modalidades de oración y publicaremos algunas de ellas.