domingo, 27 de septiembre de 2015

Modalidades

Clásicamente oración se define como " la elevación de la mente y el corazón hacia Dios". Jesús hace esto, radicalmente, siendo completamente honesto.

En su libro Paso Hacia la libertad, Martin Luther King relata cómo una noche, después de recibir una amenaza de muerte, él se asustó, se entregó al miedo, y, no muy diferente a Jesús en Getsemaní, literalmente, se derrumbó en el suelo con miedo, con soledad, con impotencia – y en oración. El confesó que su oración esa noche fue toda una súplica a Dios para que le permitiera encontrar una forma honorable de escapar, sin embargo Dios pidió algo más de él. He aquí sus palabras finales a Dios en oración:

"Aunque ahora tengo miedo. Las personas me están buscando por liderazgo, y si me presento ante ellos sin fuerza y valor?, ellos también se tambalearán. Estoy al final de mis poderes. No me queda nada. He llegado hasta el punto donde no puedo afrontarlo solo." Luego añade: "En ese momento sentí la presencia de Dios como nunca lo había experimentado antes." Un ángel le encontró.

Cuando oramos sinceramente, cualquiera que sea nuestro dolor, un ángel de Dios siempre nos encontrará.

"No sabemos orar como conviene", decía san Pablo en la carta a los Romanos. Nadie podría enseñarnos a orar como Jesús y, por eso, le suplicamos como sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar". El Espíritu viene en nuestra ayuda. Y nos enseña a través de personas inspiradas, que nos comunican su experiencia de oración y nos muestran el camino.

El Evangelio nos enseña qué es lo que pide el Señor:

Llega la hora -dice- en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Porque Dios es espíritu y, por esto, tales son los adoradores que busca.

Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes, ya que, orando en espíritu, ofrecemos el sacrificio espiritual de la oración, la ofrenda adecuada y agradable a Dios, la que él pedía, la que él preveía.

Esta ofrenda:

Ofrecida de corazón
Alimentada con la fe
Cuidada con la verdad
Íntegra por la inocencia
Limpia por la castidad
Coronada con el amor
Es la que debemos llevar al altar de Dios, con el acompañamiento solemne de las buenas obras, en medio de salmos e himnos, seguros de que con ella alcanzaremos de Dios cualquier cosa que le pidamos.

La oración escuchada

¿Qué podrá negar Dios, en efecto, a una oración que procede del espíritu y de la verdad, si es él quien la exige? Hemos leído, oído y creído los argumentos que demuestran su gran eficacia.

En tiempos pasados, la oración liberaba:
Del fuego
De las bestias
De la falta de alimento,
y sin embargo no había recibido aún de Cristo su forma propia.

¡Cuánta más eficacia no tendrá, pues, la oración cristiana! Ciertamente:
No hace venir el rocío angélico en medio del fuego,
Ni cierra la boca de los leones,
Ni transporta a los hambrientos la comida de los segadores (como en aquellos casos del antiguo Testamento);
No impide milagrosamente el sufrimiento,
sino que, sin evitarles el dolor a los que sufren,
los fortalece con la resignación,
con su fuerza les aumenta la gracia para que vean, con los ojos de la fe, el premio reservado a los que sufren por el nombre de Dios.

En el pasado, la oración:
Hacía venir calamidades
Aniquilaba los ejércitos enemigos
Impedía la lluvia necesaria.

Ahora, por el contrario,
La oración del justo aparta la ira de Dios,
Vela en favor de los enemigos,
Suplica por los perseguidores.
¿Qué tiene de extraño que haga caer el agua del cielo, si pudo impetrar que de allí bajara fuego?
La oración es lo único que tiene poder sobre Dios; pero Cristo no quiso que sirviera para operar mal alguno, sino que toda la eficacia que él le ha dado ha de servir para el bien.

Por esto, su finalidad es:
Servir de sufragio a las almas de los difuntos
Robustecer a los débiles
Curar a los enfermos
Liberar a los posesos
Abrir las puertas de las cárceles
Deshacer las ataduras de los inocentes.

La oración sirve también
Para perdonar los pecados
Para apartar las tentaciones
Para hacer que cesen las persecuciones
Para consolar a los abatidos
Para deleitar a los magnánimos
Para guiar a los peregrinos
Para mitigar las tempestades
Para impedir su actuación a los ladrones
Para alimentar a los pobres
Para llevar por buen camino a los ricos
Para levantar a los caídos, para sostener a los que van a caer
Para hacer que resistan los que están en pie.

El cosmos en oración

Oran los mismos ángeles
Ora toda la creación
Oran los animales domésticos y los salvajes, y doblan las rodillas y, cuando salen de sus establos o guaridas, levantan la vista hacia el cielo y con la boca, a su manera, hacen vibrar el aire.
También las aves, cuando despiertan, alzan el vuelo hacia el cielo y extienden las alas, en lugar de las manos, en forma de cruz y dicen algo que asemeja una oración.

¿Qué más podemos añadir acerca de la oración? El mismo Señor en persona oró; a él sea el honor y el poder por los siglos de los siglos.


Anteriormente les contamos algunas modalidades de oración, hoy vamos a conocer otras y en nuestra próxima entrega aprenderemos acerca de los tipos de oración.



Oración de Ofrecimiento: 

Es una forma de orar en la que se ofrece al Señor prescindir de algo que no conviene pero que se ama mucho o a lo que se está muy apegado por amor a Él y deseo de no ofenderle. También se le puede ofrecer llevar a cabo un acto o gesto que cuesta mucho trabajo pero que se hará en Su nombre solamente por agradarlo. Otra forma es ofrendar una situación, ya sea para ponerla en Sus manos aceptándola aunque sea difícil o bien para honrarlo a Él por las bendiciones que dicha situación ha traído. Es así como se le puede ofrecer la llegada de un hijo, lograr los grados del bachillerato o de la universidad, la resignación frente a la muerte de un ser querido, obtener el empleo deseado, etc, ofreciendo todo a Él como dueño y creador de cuanto existe.





En la publicación anterior les contamos acerca de algunas modalidades de oración, hoy vamos a explicarles en qué consiste cada una.

I. La bendición y la adoración

La oración de bendición busca explícitamente la bendición de Dios, es decir, que su bendición venga sobre nosotros. Al bendecir, es la palabra de Dios Creador la que viene sobre nosotros, por ejemplo, en el caso de Abraham «Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y haré famoso tu nombre (…) Por ti serán benditas todas las naciones de la tierra» (Gn 12,2-3), y de esta bendición son herederos también sus descendientes (Gn 22,18).

Durante la celebración litúrgica, la bendición se recibe desde la dimensión de la trinidad manifiesta en ese Dios Padre que crea, Dios Hijo que salva y Dios Espíritu Santo que fortalece y derrama sobre nosotros los dones de Dios.

Cuando pedimos la bendición queremos ser protegidos, consagrados, puestos al cuidado de nuestro Señor, de ahí que sea común que quienes se aman se bendigan entre sí, además vemos también la importancia y el poder de la bendición impartida por el sacerdote en virtud del poder sacerdotal que en él habita.

Vamos ahora a conocer lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de la oración de bendición.

“2626 La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquel que es la fuente de toda bendición.

2627 Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien la oración asciende llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; cf Ef 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende de junto al Padre (es Él quien nos bendice; cf 2 Co 13, 13; Rm 15, 5-6. 13; Ef 6, 23-24).”

En el caso de la oración de adoración, nos reconocemos como seres totalmente dependientes del Señor, en ella exaltamos su gran poder porque de Él ha brotado todo cuanto existe, hasta nosotros mismos. Es una oración de total entrega en la que lo reconocemos como Dueño y Señor de nuestra vida. El mismo Jesús nos dio un ejemplo de esto cuando fue tentado por Satanás en la respuesta que le dio:” Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás” (Mt. 4, 10) (de Dt 6,13-14). Tenemos entonces que la oración de Adoración, sin desmeritar a las otras formas de oración, es la más elevada, porque en ella nos reconocemos como posesión de Dios, creaturas y criaturas Suyas, en el primer caso porque fuimos creados por Él y en la segunda porque seguimos siendo protegidos por Él y en ésta medida, siendo ÉL NUESTRO Dueño y Señor, debemos aspirar a vivir conforme a Su Santa Voluntad.

Es muy común que cuando empezamos a orar lleguemos primero a las peticiones y tal vez a la acción de gracias o viceversa, pero pocas veces recordamos quién es nuestro señor, si pensáramos en la oración de Adoración y la pusiéramos en práctica con mayor frecuencia entenderíamos la grandeza, el poder de Dios y estaríamos más confiados y menos desesperanzados o temerosos frente a las dificultades.

Ahora, apoyados en el Catecismo de la Iglesia Católica, ampliemos lo anterior.
2628 La adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf Sal 95, 1-6) y la omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el espíritu ante el “Rey de la gloria” (Sal 14, 9-10) y el silencio respetuoso en presencia de Dios “siempre [...] mayor” (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16). 

La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.


II. La oración de petición

En ella expresamos a Dios nuestra profunda confianza en Él, nos reconocemos como seres limitados y necesitados que humildemente acuden a ese Padre amoroso, un buen ejemplo es el PADRE NUESTRO. En él se inicia con una oración de adoración: “Padre Nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu Nombre” pero, a continuación, sigue y culmina con oración de petición. En esta clase de oración manifestamos al Señor situaciones concretas en las que queremos que intervenga. 

Pedir auxilio, manifestar un deseo, alcanzar el perdón, etc.

Algunas citas bíblicas que nos respaldan son:

Todo cuanto pidiereis en la oración, si tenéis fe, lo alcanzaréis. Mt 21, 22; Mc 11, 24.
En verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá. Jn 16, 23.
Si alguno de vosotros se halla falto de sabiduría, pídala a Dios y le será otorgada, pues a todos da con largueza y sin reproche. Sant 1, 5.
Pedid y recibiréis, dice, llamad y se os abrirá (Mt 7, 7

La oración de petición nos acerca en confianza al Señor porque sabemos que Él tomará nuestra oración y obrará en ella con sabiduría y justicia.

En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos:

“2629 El vocabulario neotestamentario sobre la oración de súplica está lleno de matices: pedir, reclamar, llamar con insistencia, invocar, clamar, gritar, e incluso “luchar en la oración” (cf Rm 15, 30; Col 4, 12). Pero su forma más habitual, por ser la más espontánea, es la petición: Mediante la oración de petición mostramos la conciencia de nuestra relación con Dios: por ser criaturas, no somos ni nuestro propio origen, ni dueños de nuestras adversidades, ni nuestro fin último; pero también, por ser pecadores, sabemos, como cristianos, que nos apartamos de nuestro Padre. La petición ya es un retorno hacia Él.

2630 El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación, frecuentes en el Antiguo Testamento. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de otras profundidades, de lo que san Pablo llama el gemido: el de la creación “que sufre dolores de parto” (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera “del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de esperanza” (Rm 8, 23-24), y, por último, los “gemidos inefables” del propio Espíritu Santo que “viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene” (Rm 8, 26).

2631 La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de petición (cf el publicano: “Oh Dios ten compasión de este pecador” Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf 1 Jn 1, 7-2, 2): entonces “cuanto pidamos lo recibimos de Él” (1 Jn 3, 22). Tanto la celebración de la Eucaristía como la oración personal comienzan con la petición de perdón.

2632 La petición cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf Mt 6, 10. 33; Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida. Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf Hch 6, 6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el apóstol por excelencia, que nos revela cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración cristiana (cf Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.

2633 Cuando se participa así en el amor salvador de Dios, se comprende que toda necesidad pueda convertirse en objeto de petición. Cristo, que ha asumido todo para rescatar todo, es glorificado por las peticiones que ofrecemos al Padre en su Nombre (cf Jn 14, 13). Con esta seguridad, Santiago (cf St 1, 5-8) y Pablo nos exhortan a orar en toda ocasión (cf Ef 5, 20; Flp 4, 6-7; Col 3, 16-17; 1 Ts 5, 17-18).”

III. La oración de intercesión

Es aquella en la que oramos por los demás, en ésta clase de oración salimos de nosotros mismos para pensar en el prójimo y nos convertimos en intercesores ante Dios de sus necesidades. En el Nuevo Testamento, Cristo se nos muestra como el intercesor por excelencia, al morir por nuestras culpas, Jesús se hizo mediador entre los hombres y Dios y por ello la oración cristiana está llamada a ser intercesora de unos por otros “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.” (1 Timoteo 2:5). “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.” (Romanos 8:34).

Todos estamos llamados a ser intercesores ante Dios por nuestros hermanos y recordemos que no solamente debemos orar por nuestros seres queridos, el mérito mayor está en orar por quienes nos lastiman, por quienes nos rechazan, orar por los enemigos. El Papa Francisco constantemente pide que oremos por él, éste es un claro ejemplo de la importancia de la oración de intercesión.

En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos “2634 La intercesión es una oración de petición que nos conforma muy de cerca con la oración de Jesús. Él es el único intercesor ante el Padre en favor de todos los hombres, de los pecadores en particular (cf Rm 8, 34; 1 Jn 2, 1; 1 Tm 2. 5-8). Es capaz de “salvar perfectamente a los que por Él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor” (Hb 7, 25). El propio Espíritu Santo “intercede por nosotros [...] y su intercesión a favor de los santos es según Dios” (Rm 8, 26-27).

2635 Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios. En el tiempo de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo: es la expresión de la comunión de los santos. En la intercesión, el que ora busca “no su propio interés sino [...] el de los demás” (Flp 2, 4), hasta rogar por los que le hacen mal (cf. San Esteban rogando por sus verdugos, como Jesús: cf Hch 7, 60; Lc 23, 28. 34).

2636 Las primeras comunidades cristianas vivieron intensamente esta forma de participación (cf Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14). El apóstol Pablo les hace participar así en su ministerio del Evangelio (cf Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25); él intercede también por las comunidades (cf 2 Ts 1, 11; Col 1, 3; Flp 1, 3-4). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por [...] todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (cf Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (cf Rm 10, 1).”

IV La oración de acción de gracias


En esta forma de oración agradecemos al Señor por muchas razones, entre ellas: El ser escuchados, su amor, su protección, su cercanía, su obrar en nosotros, en los otros, etc.

Jesús dice: ´Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos...´ (Mt 11, 5). Con la expresión ´Te alabo´, Jesús quiere significar la gratitud por el don de la revelación de Dios, porque ´nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quisiere revelárselo´ (Mt 11, 27). Al orar en acción de gracias, estamos siendo conscientes del don de Dios en nosotros, de su cercanía y entrega a ese Pueblo que Él ama. En varios pasajes Jesús nos muestra varias oraciones de este tipo:  ´Padre te doy gracias porque me has escuchado´ (Jn 11, 41). En la multiplicación de los panes (junto a Cafarnaún) ´Jesús tomó los panes y, dando gracias, dio a los que estaban recostados, e igualmente de los peces...´ (Jn 6, 11). 

Finalmente, en la institución de la Eucaristía, Jesús, antes de pronunciar las palabras de la institución sobre el pan y el vino ´dio gracias´ (Lc 22, 17; cfr., también Mc 14,23; Mt 26, 27).

En varios libros de la Biblia como los Salmos, Eclesiástico y en la propia celebración eucarística, se habla específicamente de la acción de gracias,  San Pablo le decía a los efesios” Den gracias a Dios por todo porque esta es la voluntad de Dios”(1 Ts.5, 16-18). El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: “2637 La acción de gracias caracteriza la oración de la Iglesia que, al celebrar la Eucaristía, manifiesta y se convierte cada vez más en lo que ella es. En efecto, en la obra de salvación, Cristo libera a la creación del pecado y de la muerte para consagrarla de nuevo y devolverla al Padre, para 
su gloria. La acción de gracias de los miembros del Cuerpo participa de la de su Cabeza.

2638 Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de san Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre está presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Ts 5, 18). “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias” (Col 4, 2).

V Oración de alabanza


Esta forma de oración nace de quien vive confiado en Dios, que se acoge a Él y lo reconoce en todos los acontecimientos. Al orar en alabanza al Señor, el centro es Dios mismo, es entrar en una fuerte intimidad con Él, olvidarse de las necesidades para solamente reconocerlo presente, grandioso, acogiéndonos a Su Voluntad en actitud de adoración y glorificación.

En los Salmos vemos muchos ejemplos de por qué orar de ésta manera. “Reconocer la grandeza y poderío de nuestro Dios. (Salmo 66:1-4) Lo más difícil para el hombre natural es reconocer que él hizo todas las cosas y por lo tanto merece que todos le adoremos y nos postremos delante de Él. (Salmo 95:5-7). Es necesario Creer que Jesús es el Señor para adorarle. (Juan 9:38)

Citamos del Catecismo: “2639 La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace, sino por lo que Él es. Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria. Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras formas de oración y las lleva hacia Aquel que es su fuente y su término: “un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual somos nosotros” (1 Co 8, 6).

2640 San Lucas menciona con frecuencia en su Evangelio la admiración y la alabanza ante las maravillas de Cristo, y las subraya también respecto a las acciones del Espíritu Santo que son los Hechos de los Apóstoles: la comunidad de Jerusalén (cf Hch 2, 47), el tullido curado por Pedro y Juan (cf Hch 3, 9), la muchedumbre que glorificaba a Dios por ello (cf Hch 4, 21), y los gentiles de Pisidia que “se alegraron y se pusieron a glorificar la Palabra del Señor” (Hch 13, 48).

2641 “Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor” (Ef 5, 19; Col 3, 16). Como los autores inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas releen el libro de los Salmos cantando en él el Misterio de Cristo. En la novedad del Espíritu, componen también himnos y cánticos a partir del acontecimiento inaudito que Dios ha realizado en su Hijo: su encarnación, su muerte vencedora de la muerte, su resurrección y su ascensión a su derecha (cf Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; Ef 5, 14; 1 Tm 3, 16; 6, 15-16; 2 Tm 2, 11-13). De esta “maravilla” de toda la Economía de la salvación brota la doxología, la alabanza a Dios (cf Ef 1, 3-14; Rm 16, 25-27; Ef 3, 20-21; Judas 24-25).



MODALIDADES PRINCIPALES SEGÚN NUESTRO CATECISMO CATÓLICO




I. La bendición y la adoración



II. La oración de petición



III. La oración de intercesión


IV. La oración de acción de gracias

V. La oración de alabanza




En nuestra próxima entrega te explicaremos un poco acerca de éstas modalidades de oración y publicaremos algunas de ellas.