ELEMENTOS HUMANOS DE LA
LITURGIA
Los elementos humanos son todas las ceremonias del culto, las
actitudes, posturas y gestos que hace y vive el hombre en la liturgia.
¿Qué virtud regula y encauza todo lo relacionado con la
liturgia? Es la virtud de la religión, que procede a su vez de la virtud
cardinal de la justicia que nos inclina a dar a Dios el culto debido. Esta
virtud de la religión presupone las virtudes teologales y demostramos esta
virtud con actos, ya sea internos, ya sea externos.
ACTOS INTERNOS
Adoración: por ser Dios.
Agradecimiento: por habernos dado todo.
Arrepentimiento: por haberle ofendido.
Súplica y petición: porque Él es la fuente de todo don.
ACTOS EXTERNOS
Son todas las ceremonias expresadas con la boca, lengua,
sentidos, gestos, movimientos.
Las Ceremonias
Las ceremonias son como la etiqueta sagrada y el
comportamiento tanto de los ministros sagrados como también de los fieles
participantes. El objeto de las ceremonias, la finalidad de las ceremonias es
poner nuestro cuerpo al servicio del alma, y ambos al servicio de Dios. Al
mismo tiempo reflejan externamente la fe y piedad de la Iglesia y de los fieles
cristianos.
Las ceremonias son signos de lo que pasa en nuestro interior.
Por tanto, las ceremonias tienen estas características:
Mueven al alma a la veneración de las cosas sagradas.
Elevan la mente a las realidades sobrenaturales.
Nutren la piedad.
Fomentan la caridad.
Acrecientan la fe, la compunción, la alegría, el
recogimiento.
Robustecen la devoción.
Instruyen a los sencillos y adornan el culto de Dios.
Conservan la religión.
Las ceremonias se llevan a cabo a través de actitudes,
posturas y gestos.
a) Actitudes
Las actitudes del cuerpo son reflejo de lo que siente el
alma. Estas son las actitudes más importantes en la liturgia:
Estar de pie: es una forma de demostrar nuestra confianza filial, y
nuestra disponibilidad para la acción, para el camino. El estar de pie
significa la dignidad de ser hijos de Dios, no esclavos agachados ante el amo.
Es la confianza llana del hijo que está ante el padre a quien respeta muchísimo
y a quien al mismo tiempo tiene cariño. Al mismo tiempo, al estar en pie
manifestamos la fe en Jesús resucitado que venció a la muerte, y la fe en que
nosotros resucitaremos también; el estar agachado y postrado no es la última
postura del cristiano; sino el estar en pie resucitado.
De rodillas: sólo ante Dios debemos doblar
nuestra rodilla. Ante nadie más. Esto nos otorga la dignidad de sentirnos
libres ante las criaturas. No debemos arrodillarnos ante el dinero, ni ante el
trabajo, ni ante amos humanos. También el ponernos de rodillas significa que
nos reconocemos pecadores ante Él. El fariseo del Evangelio no quiso
arrodillarse. La genuflexión ante el Santísimo es un saludo reverencial de fe,
en homenaje de reconocimiento al Señor Jesús. Debemos hacerlo en forma pausada
y recogida.
Sentados: significa la confianza de estar con
los amigos, sin demasiado apuro, con paz y tranquilidad, como un cierto
“descansar” ante Dios. Estamos en casa, cuando estamos en el templo. Sentados
podemos hablar con intimidad y largamente con el Señor que está ahí presente,
tan presente que invade nuestro propio y más hondo interior. También uno se
sienta para escuchar y aprender cuando un maestro habla. En la misa estamos
sentados durante las lecturas y la homilía: “Habla, Señor, que tu siervo
escucha”.
Postrados: se usa en ciertos momentos escasos, en que el alma
cristiana se siente más indigna de dirigirse a Dios, cargada de
responsabilidades, o en un luto universal como el del Viernes Santo por la
muerte de Jesús, o cuando la pena y desconsuelo son tan inmensos que no se ve
solución. Por ejemplo: el futuro sacerdote, cuando se postra el día de su
ordenación sacerdotal; o algunas monjas, el día en que entran al convento o hacen
su profesión religiosa, se postran en el suelo, indicando no tanto el
abatimiento, sino la necesidad de protección de Dios y la impotencia personal.
Es signo de humildad y penitencia.
La procesión, más que un gesto litúrgico, es un
rito. En las celebraciones habituales, por ejemplo, en la santa misa, los
ministros realizan movimientos que tienen carácter procesional: al principio,
antes del evangelio, etc. También los fieles adoptan esta actitud al presentar
las ofrendas y cuando comulgan.
Además, hay procesiones excepcionales unidas al año
litúrgico, como la del Domingo de Ramos y la del Corpus Christi, o en
circunstancias particulares de la vida de la Iglesia, por ejemplo, la de una
comunidad parroquial el día de las fiestas patronales. La procesión simboliza,
principalmente, el carácter peregrinante de la Iglesia. También, a veces, es un
signo muy expresivo de fe y devoción. Deben hacerse con dignidad y respeto,
huyendo tanto de la rigidez como del sentimentalismo.
b) Posturas
Manos juntas: Es señal de respeto y de oración. Es
un gesto de humildad y vasallaje, y de actitud orante y confiada. Es el gesto
más acomodado a la celebración litúrgica cuando las manos no han de emplearse
en otros ritos o no se prescribe que se tengan levantadas. Es la mejor postura
a la hora de ir a comulgar.
Extender las manos y elevar a la vez los brazos son súplicas solemnes: colecta, plegaria de la misa, paternóster, prefacio. Levantar y extender las manos al rezar expresa los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que celebra la santa misa.
Extender las manos y elevar a la vez los brazos son súplicas solemnes: colecta, plegaria de la misa, paternóster, prefacio. Levantar y extender las manos al rezar expresa los sentimientos del alma que busca y espera el auxilio de lo alto. Hoy es un gesto reservado al ministro que celebra la santa misa.
Extender y volver a juntar las manos es el deseo del
sacerdote de estrechar a la asamblea en un común abrazo de fraternidad, de
recoger las intenciones y deseos de todos para ofrecérselos a Dios, y derramar
sobre ellos las misericordias de Dios.
Manos que dan y reciben
la paz: Las manos
extendidas, abiertas y acogedoras simbolizan la actitud de un corazón pacífico
y fraternal, que quiere comunicar algo personal y está dispuesto a acoger lo
que se le ofrece. Cuando unas manos abiertas salen al encuentro de otras en
idéntica actitud, se percibe el sentimiento profundo de un hermano que sale al
encuentro de otro hermano, para ratificar, comunicar o restablecer la paz.
Manos que reciben el Cuerpo del Señor: las manos dispuestas para
recibir la Santa Comunión han de ser signo de humildad, de pobreza, de espera,
de disponibilidad y de confianza. También son signo de veneración, de respeto y
de acogida, pues el Pan eucarístico no se coge sino que se acoge, se recibe.
c) Gestos litúrgicos
En nuestra vida usamos no sólo palabras y actitudes o
posturas, sino también está el lenguaje del gesto para expresarnos: un guiño,
el levantar el puño con el dedo pulgar arriba, el fruncir el ceño, un beso,
etc.
También en la liturgia empleamos gestos. Con estos gestos, la
liturgia aspira a cautivar a todo hombre y a despertar en la asamblea la
variedad de sentidos nobles, dignos del culto divino.
Veamos, pues, los gestos litúrgicos más sobresalientes, y su
hondo significado.
Señal de la cruz: es el gesto más noble y el más
frecuente y elocuente. No es un garabato, que termina besándose uno el dedo
pulgar ¡Esta no es la señal de la Santa Cruz! Se produce de dos modos: sobre
uno mismo, con los dedos extendidos de la mano derecha; o, cuando un sacerdote
debe bendecir en nombre de Cristo, sobre las personas u objetos con la misma
mano levemente encorvada. Una sola vez, al inicio del oficio divino, se hace
sobre los labios con el dedo pulgar para pedirle al Señor que Él mismo “los
abra para poder proclamar con la boca sus alabanzas”.
Tengo aquí un texto de Tertuliano, del siglo II, que atestigua cómo la señal de la cruz es práctica cristiana desde los primeros siglos: “ora caminemos, ora salgamos o entremos, ora nos vistamos, ora nos lavemos, ora vayamos a la mesa o a la cama, ora nos sentemos o hagamos cualquier cosa, marquemos nuestra frente con el signo de la cruz “. Debe hacerse desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo al derecho. ¿Qué significa hacerse la señal de la cruz? Primero venerar la cruz redentora de Cristo. Segundo, sellar con ella nuestra persona cristiana y así fortalecerla para hacer el bien y evitar el mal. Esa señal comienza en la frente, para que Dios, con su Santa Cruz, nos quite los malos pensamientos y nos proteja los buenos. Después de la frente va al pecho para que nos quite los malos deseos del corazón y nos proteja los buenos. Y finalmente, nos envuelve de izquierda a derecha, para proteger del mal todo nuestro ser.
Tengo aquí un texto de Tertuliano, del siglo II, que atestigua cómo la señal de la cruz es práctica cristiana desde los primeros siglos: “ora caminemos, ora salgamos o entremos, ora nos vistamos, ora nos lavemos, ora vayamos a la mesa o a la cama, ora nos sentemos o hagamos cualquier cosa, marquemos nuestra frente con el signo de la cruz “. Debe hacerse desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo al derecho. ¿Qué significa hacerse la señal de la cruz? Primero venerar la cruz redentora de Cristo. Segundo, sellar con ella nuestra persona cristiana y así fortalecerla para hacer el bien y evitar el mal. Esa señal comienza en la frente, para que Dios, con su Santa Cruz, nos quite los malos pensamientos y nos proteja los buenos. Después de la frente va al pecho para que nos quite los malos deseos del corazón y nos proteja los buenos. Y finalmente, nos envuelve de izquierda a derecha, para proteger del mal todo nuestro ser.
La reverencia: consiste en ligeras inclinaciones de
cabeza, ante el altar, ante imágenes, al recibir la Sagrada Comunión, cuando el
acólito inciensa al sacerdote y al pueblo; o al incensar el mismo sacerdote
hace reverencia al crucifijo o a la imagen de los santos, a modo de saludo
reverente. Aquí no sólo es señal de cortesía humana, sino que las reverencias
están revestidas de culto sagrado. Tienen que ser hechas despacio, y sólo con
la cabeza, no con todo el cuerpo, a no ser que sea en la misa después de
ofrecer el pan y el vino y antes del lavado de las manos, donde se inclina
ligeramente también el cuerpo. Aquí ya no es sólo reverencia, sino total
inclinación.
Las miradas: unas veces invitan a la admiración y adoración
callada, de fe sentida y de recogimiento; por eso, clavamos la mirada en la
Hostia consagrada y en el cáliz al levantarlos el sacerdote en la consagración,
en la custodia de la exposición y bendición del Santísimo. También la mirada
del sacerdote a la gente es señal de comunicación fraterna, de saludo cordial.
Cuando los ojos están cerrados simbolizan, no tanto que estamos durmiendo, sino
que estamos en profundo silencio y recogimiento para saborear la comunión, o
las lecturas leídas. Es falta de respeto, cuando se da la homilía, no mirar al
predicador. Simbolizaría desinterés total, despecho; también sería falta de
cordialidad e interés si el predicador no mirase a los fieles a la hora de
predicar. Cuando uno eleva los ojos hacia arriba está indicando petición a Dios
o desagravio por los pecados propios y de la humanidad.
Los ósculos o besos: el sacerdote da un beso al altar al comenzar y al terminar la santa misa; es Cristo quien recibe ese ósculo. Los fieles se dan el beso en el momento de la paz. Son señales de afecto, de gratitud, de adhesión, de veneración y de reconciliación. Besamos las reliquias, el crucifijo, la mano del sacerdote que bendice y perdona. Cada uno de estos ósculos imprime un sello religioso especial en las personas o cosas que los reciben. En muchas partes no es oportuno el beso de la paz, por motivos culturales; entonces se prefiere el apretón de manos.
Los ósculos o besos: el sacerdote da un beso al altar al comenzar y al terminar la santa misa; es Cristo quien recibe ese ósculo. Los fieles se dan el beso en el momento de la paz. Son señales de afecto, de gratitud, de adhesión, de veneración y de reconciliación. Besamos las reliquias, el crucifijo, la mano del sacerdote que bendice y perdona. Cada uno de estos ósculos imprime un sello religioso especial en las personas o cosas que los reciben. En muchas partes no es oportuno el beso de la paz, por motivos culturales; entonces se prefiere el apretón de manos.
Golpes de pecho con la
mano. Es una de las
señales mas expresivas de dolor y contrición de corazón, en un pecador. Se hace
en la confesión, al momento de decir el acto de contrición. Lo hacemos en el
momento del “Yo confieso” de la santa misa. Así, con ese gesto humilde,
aplacamos y agradamos mejor a Dios y expresamos más sentidamente nuestra
compunción ante los demás hermanos. Los golpes deben ser hechos con suavidad,
como cuando uno llama a una puerta que no tiene timbre ni aldaba.
La imposición de las
manos: Significa
varias cosas transmisión de poderes superiores a personas o grupos de elección,
o de algún carisma o misión, o absolución de culpas. También es signo de
bendición de Dios y de consuelos en la unción de enfermos. En el momento de la
consagración manifiesta el poder maravilloso de los sacerdotes de convertir el
pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo. También es señal de expulsión del
demonio en los exorcismos.
Caminar hacia el altar: No es un simple gesto, es un rito.
Es también símbolo de nuestro peregrinar al cielo. Caminamos con otros, no
solos. Así, en las procesiones, peregrinaciones, vamos con alegría, sin
temores, pues sabemos que Cristo es el Camino vivo y verdadero.
Cantar: El que canta ora dos veces, decía
san Agustín. El canto es el afecto del corazón hecho música.